“No podemos dejar que estos tipos regalen el país y encima nos arruinen la vida”
November 1, 2025
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-Hola, Diego. ¿Cómo estás? -Bien, bien. -¿A pesar de todo? -Es que justamente… No podemos dejar que estos tipos regalen el país y encima nos arruinen la vida.
-Hola, Diego. ¿Cómo estás?
-Bien, bien.
-¿A pesar de todo?
-Es que justamente… No podemos dejar que estos tipos regalen el país y encima nos arruinen la vida.
Esta vez el encuentro con Diego Capusotto tiene lugar en El Progreso. Casi su segundo hogar. Un bar histórico, repleto de reliquias, que desafía la era de las franquicias “todo igual, siempre igual, todo lo mismo”. Está ubicado en la esquina de California y Montes de Oca, pleno Barracas.
Capusotto recibe a Tiempo en una mesa pegada a uno de sus enormes ventanales. La avenida bien ancha y los escasos edificios ofrecen un horizonte inusualmente amplio para la Ciudad de Buenos Aires. Esa postal algo bucólica y los primeros intercambios de palabras se cortan abruptamente con una escena impensada: advertidos por el ruido de frenadas y bocinazos, somos testigos de cómo un incauto transeúnte intenta cruzar Montes de Oca con el semáforo en verde. Corre, acelera, acelera un poco más y evita que un colectivo termine con su vida. Mantiene el ritmo, parece intentar incrementarlo, no lo logra, pero se salva por centímetros de que un auto lo levante por el aire. Ya casi sin aire, al igual que quienes lo miran, llega –¿vencedor o vencido?– a la vereda.
Concluido el hecho con final feliz, una reflexión de ocasión se hace ineludible. Pero lo que hasta hace no tanto seguramente hubiera empezado con un “¡Mirá al boludo ese, casi no la cuenta!”, hoy se abre a miles de matices. Ese temerario peatón quizás necesitaba llegar lo más temprano posible a su casa después de la fábrica para agarrar el auto y laburarlo con Uber. O tal vez era un docente que va de escuela a escuela para sumar horas e intentar sobrevivir. O un enfermero que luego de su turno en el hospital busca ganarse unos mangos extra con servicios a domicilio para poder soñar con llegar a fin de mes.
-Quieren que trabajemos 25 horas por día. Que corramos de acá para allá. Ya ni hablemos de calidad de vida: estos tipos pretenden que nuestro único interés sea pelear por sobrevivir. Y que lo logren sólo los más aptos. Puede que ese muchacho que cruzó recién como un desaforado sólo se estuviera cagando (risas). Es una posibilidad que evidentemente no podemos descartar (más risas). Pero el 90 por ciento de los argentinos hoy vive así. Uno en definitiva es un privilegiado. No me falta el laburo. Pero no puedo dejar de pensar que tenemos que encontrar la vuelta para que no nos entierren en esta locura.
Foto: Edgardo Gómez
El presente laboral de Diego Capusotto es Tirria, una obra de teatro escrita por Lucas Nine y Nancy Giampaolo, y dirigida por Carlos Branca. Se trata de una comedia negra que protagoniza, y en la que comparte escenario con Andrea y Galo Politti, Rafael Spregelburd, Daniel Berbedes y Juano Arana. También actúa su hija Eva, que debuta con solvencia en el circuito teatral comercial. La historia retrata las desventuras de los Sobrado Alvear, una familia patricia venida a menos que menos, que se niega a hacer público su quebranto económico. El sostén de toda la ingeniería de la simulación ante sus vecinos y supuestos pares es Hilario (Capusotto), el incondicional mayordomo de la familia.
-Interpretás a un personaje casi encorsetado, de movimientos mínimos y expresiones muy medidas. Casi lo opuesto a lo que te conocemos. ¿Eso te atrajo para sumarte al proyecto?
-Sí, tal cual. Eso me atrajo. Fue uno de los factores, más allá que el mismo personaje da alguna sorpresa… Pero me gustó toda la obra desde el comienzo y cómo se fue dando: de una forma natural. Casi por casualidad. Cuando empezó a abrirse la pandemia comencé a hacer una especie de reportajes públicos. Nos lo propuso una gente de Rosario que tiene el programa Cabaret Voltaire y los fuimos llevando por buena parte del país e incluso alguna vez hasta viajamos al exterior. Con el tiempo fue mutando. Eran o son más que reportajes. Se fue dando una especie de puesta en escena con Nancy (Giampaolo). A veces, cuando ella no podía, venía Daniel Berbedes, que es un amigo de Villa Luro desde años y también participa de Tirria. Tiempo después Nancy y Lucas, su pareja, escribieron una obra, me la mostraron, me gustó y acá estamos.
-No es una obra estrictamente política, pero hay un retrato de clase muy fuerte, que de alguna manera parece dialogar con este presente.
-Se desarrolla en la década del ’40 y homenajea a las películas de aquel entonces. El peronismo ya llegó, pero en esta historia no se lo ve. Esta familia venida a menos hace cualquier disparate para mantener las apariencias. Le cuenta a todo el mundo que se fue de vacaciones a Europa, pero en realidad están en su casa de Buenos Aires con todas las luces apagadas, sin asomarse a las ventanas y comiendo todos los días arroz con leche. Curiosamente, o no tanto, el que lleva ese delirio hasta las últimas consecuencias es Hilario, mi personaje, que es el “criado”. Es una obra muy divertida, con un texto muy inteligente.
-En tu vida artística siempre parecés ir en contra de lo que se espera de vos. No volviste con Peter Capusotto y sus videos, no explotás a los personajes, no estás en un canal de aire, cable o streaming. ¿Disfrutás yendo a contramano de las expectativas?
-Hago lo que siento y puedo. Me gusta actuar. Me gusta estar al servicio de una historia. Y el teatro tiene ese atractivo extra de que es en vivo, ninguna noche es exactamente igual a otra… También disfruto de lo colectivo. Y por otro lado, me sienta muy cómodo el tema del lenguaje de la obra. No porque me corra de lo dramático, que de hecho era lo último que había hecho en teatro.
–Tadeys, en el Cervantes.
-Claro. Con texto de (Osvaldo) Lamborghini. Una obra que tenía que ver con el formalismo, con una cantidad de texto muy importante y una complejidad alta. “Tirria” está más ligada al grotesco, con elementos del teatro del absurdo. Esta familia te lleva para ese lado.
-¿Qué sentiste al estrenar Tirria con tu hija como compañera de elenco?
-Fue algo muy lindo. Ella venía haciendo sus cosas y está muy bien en la obra. Que trabajemos juntos es algo movilizante, son esos gustos que a veces te da la vida y hay que disfrutarlos. Pero es muy bueno el clima con todo el equipo que se armó. Estoy disfrutando mucho este momento.
El futuro ya llegó
Entrevistar a Capusotto es un género aparte. No se trata de que hilvane una humorada tras otra. Casi al contrario. Diego no es Peter, ni pretende serlo. Pero se sienta a hablar, piensa, reflexiona y dice. Sin preocuparse por el qué dirán o eso que algunos llaman “el mercado”.
En rigor, la desgrabación delata que el actor y humorista habló mucho más de política que de Tirria. Aunque los espacios del periodismo gráfico obliguen a transcribir una versión acotada de lo sucedido. Pero a Capusotto le interesa –y preocupa– tanto la situación del país que casi no es necesario hacerle preguntas.
-Evidentemente a estos tipos les sienta muy cómodo un país en el que la gran mayoría seamos empleados de McDonald’s. Y el único dueño de McDonald’s es Trump. Vendieron un espejito de colores de la libertad, como si antes hubiéramos estado en plena Guerra Fría. Todo un delirio. Eso no se discute. Lo que hay que discutir es cómo llegamos a esto y cómo salimos.
–¿Cómo llegamos?
-Son muchas cosas, creo. Un embrutecimiento que hace que algunas narrativas intervengan de manera decisiva. También había broncas, resentimientos, frustraciones y las redes unen todo eso y lo multiplican. La maldita moda de ser cruel… Pero ojo. Si cuando estás en el Gobierno te la pasás hablando de lo colectivo, lo solidario, el Estado presente y después un montón de gente no lo ve, ahí se empieza a cocinar una especie de caldo espeso que le termina abriendo la puerta a estos fenómenos que padecemos. Y sobre eso se montan los medios, los intereses del poder real… Y vuelven con el lobby. Que el Estado siempre es ineficiente y etcétera, etcétera, etcétera. Lo de siempre, muchachos. O sea, en realidad no hay mucho nuevo con Milei.
-¿Milei ni siquiera es eso que él llama libertario? ¿Es un neoliberal más cruel que los demás, que usa al Estado en beneficio de unos pocos?
-Es todo chamuyo lo de su supuesta ideología libertaria. Igual que el de la casta. Son narrativas, eslogan que para una parte de la sociedad funcionaron y funcionan. Pero ahora estamos en una situación casi de indefensión. Con una brutalidad explícita. Milei es ese pibe que va a ver a (Sylvester) Stallone y se derrite… Y el otro encima después medio que se le caga de risa. Lo mirás con Trump y también parecen pasos de comedia. Una comedia trágica, obvio. Todo es muy raro. Parece que estamos inmersos en un karaoke de gente que de chiquita se golpeaba la cabeza con un martillo (risas).
-¿Y el peronismo?
-Alberto (Fernández) dejó muchas cosas sin resolver que permitieron el ascenso de un tipo que invitaban a la tele porque era bizarro. Pero bueno, a Alberto lo eligió Cristina y antes había elegido a Scioli. No fueron sus decisiones más felices. Necesitamos un peronismo unido, con un liderazgo muy claro y un plan muy consistente porque el laburo de reconstrucción que se va a necesitar será tremendo. Eso hay que discutir y pensar. ¿Qué carajo me importa si la última película de Francella es buena o una mierda? «
Tirria
Autores: Nancy Giampaolo y Lucas Nine. Dirección: Carlos Branca. Elenco: Diego Capusotto, Andrea Politti, Rafael Spregelburd, Juano Arana, Eva Capusotto, Galo Politti. Jueves y viernes a las 21:30, y sábados a las 22:00 en el Teatro Metropolitan, Av. Corrientes 1343 (CABA).