¿el fútbol se parece cada vez más al rugby?
- November 1, 2025
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El sábado del fin de semana pasado, por la novena fecha de la Premier League, Sunderland y Brentford le ganaron a Chelsea (1–2) y a Liverpool (3–2). El
El sábado del fin de semana pasado, por la novena fecha de la Premier League, Sunderland y Brentford le ganaron a Chelsea (1–2) y a Liverpool (3–2). El
El sábado del fin de semana pasado, por la novena fecha de la Premier League, Sunderland y Brentford le ganaron a Chelsea (1–2) y a Liverpool (3–2). El gol del 1–1 de Sunderland, de Wilson Isidor, se produjo tras un saque lateral teledirigido al área chica de Chelsea (el del triunfo, de Chemsdine Talbi, después de un contraataque). El 1–0 de Brentford, de Dango Ouattara, se produjo tras un saque lateral teledirigido al área chica de Liverpool. El 2–0, de Kevin Schade, después de un contraataque. “El fútbol, sobre todo en Inglaterra, se ha convertido prácticamente en un juego de jugadas a balón parado”, había dicho a principios de octubre Arne Slot, entrenador neerlandés de Liverpool, último campeón de la Premier, la liga más rica del mundo, un espejo recurrente en la comparación.
En la temporada actual de la Premier, los laterales largos al área en el último tercio de la cancha superaron el 27% (en la 2019/20, sólo el 6%). Los goles de pelota detenida (córners, tiros libres y saques de banda, no penales) aumentaron a 0,7 por partido, cifra más alta en cualquier temporada desde la 2010/11. En paralelo, según los datos de Opta hasta la séptima fecha de la Premier 2025/26, el promedio de pases por partido cayó a 858, nivel más bajo desde la 2010/11. Los saques de arco largos, que habían disminuido durante nueve temporadas seguidas, subieron a casi el 52%. Y los goles de cabeza se elevaron a más del 19%, pico más alto desde la 2000/01.
La Premier experimenta un retorno al viejo estilo, más clásico, anterior a la influencia mundial del Barcelona de Pep Guardiola, profundizada con su llegada a Manchester City para la temporada 2016/17. La homogeneización de presión tras pérdida, posesión y acumulación de pases desde la salida reabrió un portal en el que muchos se adentraron: el de las transiciones rápidas a uno, dos, tres toques, flash, y el de los duelos en la pelota parada. “Inglaterra es el único lugar donde los córners se celebran casi con la misma pasión que los goles”, supo decir José Mourinho durante su primera etapa en Chelsea (2004–2007). En la temporada 2017/18, la del primer título de Premier, el City de Guardiola promedió 688 pases por partido. En la actual, 496. En los vestuarios de la Premier, cada vez más futbolistas de élite, cuenta Miguel Delaney en The Independent, se quejan en privado de que el fútbol haya virado en exceso hacia “duelos, duelos y más duelos”.
En Argentina, el primer clasificado a los octavos del Clausura 2025 es el que –al menos hasta la fecha 12, según Liga Profesional Data– marcó más goles de parada (11) y el de juego más directo (2,5 pases por posesión): Deportivo Riestra, 27 partidos invictos como local, en la pelea por entrar a la Libertadores 2026. En el 2–2 ante Vélez en el Estadio Guillermo Laza, Riestra festejó tras un lateral al área chica (gol de Alexander Díaz) y un tiro libre frontal de laboratorio (gol de Jonathan Herrera). Del total de goles en el Clausura (309), el 38,19% (118) fueron de pelota detenida. Si se le agrega los goles de penal (33), el porcentaje sube a 48,87%. Casi la mitad de los goles en el fútbol argentino no llegan desde jugadas abiertas.
En La Candela, donde se entrena, Riestra ensaya los laterales–centros: la estructura, las posiciones a las que va cada jugador, qué zonas libera el rival, los ejecutantes, el que comunica adentro del área la seña de la jugada y el tiempo entre que la pelota sale y la reposición, porque es el momento en el que más arriesga y en el que puede quedar mal parado. “Los goles de pelota parada y el juego más directo tienen una relación estrecha: al saber que es poco el tiempo en que tenemos la pelota, las situaciones de gol las tenemos que maximizar, ser lo más eficaces posibles. Tiros de esquina; cualquier pelota parada; laterales; lanzamientos; el juego directo; una reposición y, a partir de ahí, una triangulación para tirar un centro. A la pelota parada y al juego más directo les damos la misma importancia, en oficina y en campo. No es casualidad. El 90% del entrenamiento del día anterior al partido se basa en salidas de juego directo y en pelota parada. Y en la semana, le damos 15 minutos dentro del táctico a la pelota parada. Es un círculo virtuoso. Lo entrenamos, sale bien; sale bien, lo entrenamos. El juego de Riestra es un estilo fuera de lo normal: contraataque y pelota parada. Teniendo en cuenta los recursos y el fútbol actual, es efectivo. Muchas veces, por la competencia, no hay tiempo para entrenar todo con la profundidad que se merece. Y tenés que priorizar algo. Juntar pases, sí, pero en el campo rival. Y después, el fútbol es de los jugadores”, dice Santiago Basile, encargado del videoanálisis de Riestra, parte del cuerpo técnico de Gustavo “El Tata” Benítez.
¿Riestra, los Bad Boys que visten de negro y guerrean, sería el equipo argentino que mejor se adaptaría al viraje del juego en la Premier, en la que, si bien aumentaron los goles de pelota detenida, descendió significativamente el total de goles (2,6 goles por partido, el promedio más bajo desde la 2014/15)? ¿El fútbol se asemeja cada vez más al rugby, con patadas furtivas a la pelota para que viaje por el aire y las posteriores cargas de los apiñados a las “segundas jugadas”? ¿No es acaso una regresión el saque inicial primitivo deliberadamente hacia afuera para “ganar” metros en el campo y luego arrinconar al rival, extendido por el PSG de Luis Enrique?
No todos los equipos de la Premier –ni del fútbol argentino– se vuelcan hacia la pelota quieta, los laterales–centros y los contraataques en la necesaria ruptura de la homogeneización guardiolista (bienvenida la variedad). Otros, quizá proyectados por el Mundial de Argentina en Qatar 2022, se desvían hacia otro portal: el de la imaginería individual, el de confiar más en el arte, el instinto y la creatividad, el de reenfocar el talento para que surja lo imprevisible y lo espontáneo, el de la socioafectividad. Otros intentarán fusionarlos. No se trata de decretar un final, sino de pensar qué hay en el después. Y, de hecho, para la mayoría de los equipos –y en especial para aquellos que por capacidad, ambición y demanda buscan dominar durante el juego–, la ventaja de la pelota detenida y los laterales largos es mínima por las pérdidas de tiempo en cada interrupción. Los entrenadores más ofensivos suelen preferir que los laterales, los córners y las faltas se hagan rápido.
Desde Escocia, Jamie Hamilton, DT y teórico en táctica y práctica de entrenamiento, postula: “El espectáculo de la Premier se ha convertido en una repetición constante. Quizá haya demasiado en juego como para que ocurra algo interesante. El fútbol, al igual que el cine, se ha convertido en una industria alérgica al riesgo. La Premier, en un laboratorio sellado contra la experimentación. En lugar de reconocer la recapitulación en marcos tácticos retrospectivos como un signo de impotencia estratégica y creativa, la reintroducción del saque de banda largo se presenta como un giro dramático que jamás hubiéramos podido predecir. Hay una desconcertante falta de sensibilidad. Como si los jugadores no se conocieran. Tanta falta de delicadeza en el toque, tan poca conexión entre ellos. ¿Por qué no desarrollar estrategias donde la magia, el misterio y la incertidumbre caótica sean el motor del sistema? Si han de existir alternativas al dogma táctico que limita la creatividad del fútbol moderno, casi con toda seguridad no provendrán de la Premier. Los hijos de este sistema están olvidando cómo jugar”.
Volvamos a Argentina. Roberto Perfumo, quien murió en 2016, dijo una vez: “El 90% de las cosas que un futbolista hace en la cancha no sabe por qué las hace. Juega con un pensamiento corporal. Su inteligencia es emocional. El jugador más inteligente que tuvimos jamás fue a la escuela: Corbatta. No hay un crack consciente”. ¿Y si el fútbol moderno, con el revival de la pelota parada y los laterales–centros coreografiados pretende, en concreto, reducir ese “90%”? Como fuese, la rebelión de las máquinas ya está en marcha.