Se destaca en la cartelera porteña Implicados, del dramaturgo panameño Arturo Wong Sagel, quien también dirige esta puesta. La obra, inspirada en un hecho real, llega con reconocimientos internacionales y pone el foco en la corrupción estatal, la violencia institucional y la alianza entre los medios, la política y el poder económico. Es una ficción atravesada por el pulso del presente latinoamericano, interpretada por un elenco local integrado por Emiliano Díaz, Pablo Pereira y Germán Rodríguez.
Una protesta de presos, un incendio y muchos muertos que a nadie parecen importarle, fruto de una intolerancia validada: elementos de una obra intensa, que deja pensando. Al menos, esa es la intención del autor.
“Cuando escribí esta obra de teatro había mucha polémica en mi país por lo que había pasado, y quería encontrar una manera de entender qué nos ocurría como sociedad para que haya gente que apoye estas políticas de exceso de las fuerzas de seguridad, que permiten que sucedan estas cosas”, afirma Arturo Wong Sagel, que también presentó la obra en Colombia y ahora la adapta para el público argentino.
–¿Cómo fueron las reacciones en las presentaciones anteriores?
–Siempre interpela a quien la ve. La obra fue escrita en 2016, ganó el Premio Nacional y se presentó en 2017. Siempre generó bastante controversia, porque es una pieza que propone pensar por qué aceptamos la violencia y la corrupción. Lo que llama la atención es el grado de humanidad de los personajes, a pesar de lo que hayan hecho. Creo que el teatro nos pone en el lugar del otro. Hoy estamos viviendo en muchos países políticas extremas que hablan de seguridad, pero no quieren solucionar el problema de fondo.
–¿La seguridad y la lucha contra el delito se convirtieron en un negocio?
–Para muchos sectores e intereses transnacionales parece que sí. Lo encuentro bastante peligroso, y creo que la obra también propone reflexionar sobre eso. Lo cuestiona, pero de una manera en la que el público pueda sacar sus propias conclusiones. Desde una poética distinta a la realidad cruda, pero igual de contundente. Estoy contento de poder mostrarla, para compartir nuestras problemáticas.
–¿Influye el fenómeno Bukele y todo lo que sucede en Centroamérica con las maras?
–La obra no habla directamente de eso, pero claro que sí: es algo que en la región y en el mundo marca una forma de enfrentar la cuestión de la seguridad y la violencia. Es parte del discurso decir “vamos a hacer cárceles millonarias” y “vamos a invertir para evitar que estas personas estén en la calle”. Pero yo creo que no se está trabajando en el fondo, y que eso, al final, es una cuestión de forma: de ser y de aparentar algo que no ayuda. Parece que ayuda, pero son políticas de castigo que no tienen consecuencias positivas a futuro. El problema sigue estando.
–¿El teatro es una herramienta para pensar alternativas más allá de lo político?
–El arte siempre tiende a generar deseos y deja una brecha de pensamiento para ver si se puede hacer algo. Creo que el teatro es el espacio que nos permite dialogar, donde uno puede encontrarse con personajes totalmente distintos a nuestros puntos de vista y modos de vida. Los tenemos ahí, no en una montaña lejana, y los soportamos porque están en el escenario. Nos permite confrontarnos, reflejarnos e incluso escandalizarnos con lo que vemos. Muchas artes lo permiten, pero el teatro es especial. Algo de eso propone la obra. Todos estamos implicados, porque permitimos que sucedan estas cosas. Y me gusta que se genere el debate para pensar cómo podemos salir de este callejón.
–El gobierno argentino actual se arrodilla frente a Estados Unidos. Panamá también tiene una historia marcada por ese vínculo. ¿Qué podés decir al respecto?
–Nosotros siempre estuvimos bajo el paraguas de Estados Unidos y eso nos afectó social y culturalmente. Como artista lo he padecido en distintos momentos de la historia de Panamá. Ver lo que sucede ahora en la Argentina es algo que no se puede entender, porque sé que nada bueno puede salir de eso. Tengo una visión: si esto no va bien, los está llevando a un lugar bastante equivocado y extraño. La historia nos ha enseñado que Estados Unidos nunca hace nada gratis y nunca hace nada sin una agenda oculta.
–¿A qué te referís?
–Siempre hay algo detrás que la mayoría no conoce. En Panamá también hay quienes desconfiamos de esa postura de entregar todo a la potencia. Hace poco tuvimos un episodio con Trump: decía disparates sobre la economía global y el rol de Estados Unidos, y llegó a afirmar abiertamente que quería recuperar el Canal, que iba a volver a ser parte de ellos. Pero lo que buscaba era generar controversia. Los gringos nunca hacen las cosas con frontalidad sincera; siempre hay algo de fondo. Creo que algo de eso pasa hoy. La política que el presidente de ustedes lleva adelante no se entiende, porque no sabemos qué busca. Evidentemente hay algo detrás, que sabremos más adelante. Debemos mirar la historia para no repetir los mismos errores. Pero, lamentablemente, los volvemos a cometer.
–¿Tu teatro tiene el compromiso de plantear tu postura?
–Sí, mi teatro siempre es político. Tiene una mirada hacia lo político desde la inconformidad, justamente porque casi todo el teatro que se hace en mi país está atravesado por esa relación con Estados Unidos, como si sin ellos no pudiéramos existir. Y no creo que sea así. Lo interesante es que se genera un debate, una tensión entre ideas que está bueno explorar desde lo artístico. Hay quienes admiran al norte, y otros que creemos en la autodeterminación de los pueblos. Está bien que esas fuerzas coexistan, porque de ahí surge un teatro con identidad propia.
–¿Ayuda a adaptar la obra elegir actores locales?
–Claro que sí. Totalmente. Parte de lo que el público señala es que la obra no se siente extranjera, sino muy argentina. El trabajo con los actores fue fundamental: colaboraron para que se entendiera la esencia más allá de los hechos. Vine hace un mes y medio y ensayamos todos los días. Los actores proponían cosas, me decían: “esto se debería decir de otra manera”. Por eso la obra se siente tan argentina; ese fue el objetivo desde el comienzo, como cuando se presentó en Colombia y se adaptó a ese contexto. La idea es siempre la misma: que se adapte al país donde se presenta. Y, por suerte, aquí también se siente muy argentina.
Implicados, de Arturo Wong Sagel
Con Emiliano Díaz, Pablo Pereira y Germán Rodríguez.
Viernes de octubre a las 20.30 y en noviembre a las 17.30, en Teatro El Extranjero, Valentín Gómez 3378.