Murió la gran actriz Diane Keaton
- October 11, 2025
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Diane Keaton murió a los 79 años, pero su figura seguirá viva en cada plano de Annie Hall, en el aire melancólico de Manhattan y en el gesto
Diane Keaton murió a los 79 años, pero su figura seguirá viva en cada plano de Annie Hall, en el aire melancólico de Manhattan y en el gesto
Diane Keaton murió a los 79 años, pero su figura seguirá viva en cada plano de Annie Hall, en el aire melancólico de Manhattan y en el gesto irónico con que torció las reglas del cine y de Hollywood. Fue actriz, directora, productora, fotógrafa, cantante, diseñadora y, sobre todo, una mujer que jamás se dejó domesticar por la industria ni por las expectativas de nadie. Su carrera fue una línea discontinua, elegante y excéntrica a la vez, tan singular como su voz, su ropa o su risa: imposible de confundir con la de otra persona.
Nacida en Los Ángeles en 1946, Diane Hall adoptó el apellido de su madre —Keaton— cuando decidió dedicarse al teatro. En los años sesenta estudió actuación en Nueva York, participó en el elenco original de Hair y en 1970 fue convocada por un joven Woody Allen para Play It Again, Sam. Esa conexión cambiaría su destino: juntos construirían una de las sociedades artísticas más influyentes del siglo XX. En 1977, con Annie Hall, Keaton se convirtió en ícono cultural: su vestimenta -pantalones masculinos, chalecos, corbatas- marcó una revolución estética que trascendió la pantalla. Pero más allá del mito del estilo, Keaton impuso una nueva forma de inteligencia femenina en el cine: vulnerable pero ingeniosa, torpe pero libre.
A lo largo de cinco décadas trabajó con algunos de los directores más importantes de su tiempo. Francis Ford Coppola la inmortalizó como Kay Adams en El Padrino y El Padrino II, roles donde condensó el dilema moral del poder y la desilusión. Warren Beatty la dirigió en Reds, con la que obtuvo una nominación al Oscar, y Nancy Meyers la convirtió en heroína romántica madura en Something’s Gotta Give, junto a Jack Nicholson. Keaton encarnó el paso del tiempo con humor y dignidad, demostrando que la edad no debía ser un obstáculo para el deseo ni para el protagonismo femenino.
Su legado no se reduce a los premios -ganó un Oscar, un BAFTA y dos Globos de Oro- sino al modo en que amplió el horizonte de lo posible para las mujeres en Hollywood. Actriz de gesto impredecible y voz quebrada, construyó personajes contradictorios, alejados de los estereotipos. En entrevistas, se reía de su propio narcisismo, de sus inseguridades, de sus obsesiones arquitectónicas o de su afición por documentar cada rincón de su vida con fotos y diarios. Publicó libros de memorias y de fotografía, produjo documentales y fue también una presencia habitual en causas ambientales y de preservación del patrimonio urbano en California.
En sus últimos años, Keaton mantuvo una posición firme frente a los debates sobre la cultura de la cancelación. Cuando muchos colegas dieron la espalda a Woody Allen, ella fue una de las pocas que se atrevió a defenderlo públicamente. “Es mi amigo y siempre lo será”, declaró en 2023, en medio de un clima de condena generalizada. Sus palabras no pretendían provocar sino sostener una lealtad: la de quien conoció al artista y al hombre durante más de medio siglo. Ese gesto -valiente para algunos, imprudente para otros- fue coherente con toda su vida: Keaton nunca actuó según la conveniencia del momento, sino según su conciencia.
Murió en paz, rodeada de su familia y de sus dos hijos adoptivos. Hollywood la despidió con el respeto reservado a las leyendas. Pero más allá del tributo, queda la lección que ella misma escribió con su obra: que la autenticidad puede ser una forma de belleza, y la rareza, una forma de libertad. Diane Keaton fue todo eso: una actriz que no imitó a nadie, una mujer que se vistió -literal y simbólicamente- como quiso, y una artista que dejó su huella en cada plano donde simplemente fue ella misma.