Horacio Ungaro, la 1era escuela con nombre propio en un penal
- November 1, 2025
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El nombre de Horacio Ungaro volvió a abrir camino. En Banfield, una escuela que funciona dentro de una unidad penal lleva su nombre: Escuela Secundaria N.º 89 “Horacio
El nombre de Horacio Ungaro volvió a abrir camino. En Banfield, una escuela que funciona dentro de una unidad penal lleva su nombre: Escuela Secundaria N.º 89 “Horacio
El nombre de Horacio Ungaro volvió a abrir camino. En Banfield, una escuela que funciona dentro de una unidad penal lleva su nombre: Escuela Secundaria N.º 89 “Horacio Ungaro”.
No se trata de una extensión de otra institución —como solía ocurrir— sino de la primera escuela en la provincia de Buenos Aires en contexto de encierro con número propio.
Esa condición la vuelve única: una experiencia educativa que enseña, forma y prepara para la libertad. Y que ahora lleva el nombre de un joven que creyó profundamente en el poder transformador del saber.
La hermana de Horacio, Marta Ungaro, estuvo presente en el acto y lo contó con emoción y claridad. Explicó que esta escuela consiguió su número, eligió el nombre y trabajó con una seriedad y una entrega que conmovieron a todos.
Los internos decoraron el espacio, pintaron murales, colgaron pañuelos blancos, prepararon souvenires y colocaron una escultura de cerámica enviada por el colectivo Pañuelos para la Memoria, descubierta junto a una placa con el nombre de Horacio.

«Nosotras como hermanas nos emocionamos muchísimo. Habían preparado todo con tanto amor, con tanto respeto. Lo importante es que esto los prepara para ser libres, para entender que el conocimiento les abre la cabeza y les enseña que siempre se puede salir de la oscuridad».
Entre los presentes estuvieron autoridades del Municipio de Lomas de Zamora, en conjunto con toda la comunidad educativa de Lomas de Zamora, que acompañaron el reconocimiento y acercaron una placa con el nombre de la escuela y de Horacio.
Marta estuvo acompañada por Elsa Pavón, cofundadora de Abuelas de Plaza de Mayo y abuela de Paula Eva Logares, la primera nieta restituida en democracia. Su hija, Mónica Sofía Grinspon, y su yerno, Claudio Ernesto Logares, fueron secuestrados en 1978 en el marco del Plan Cóndor.
La presencia de Elsa unió dos historias atravesadas por la represión y la resistencia, reforzando el sentido de una memoria compartida y profundamente humana.
El acto no fue solo una ceremonia: fue una declaración de principios. En un contexto de negacionismo y discursos que buscan relativizar el horror, la voz de Marta resonó al recordar que el responsable del Pozo de Banfield, donde llevaron a Horacio, está condenado por genocidio y aun así hay jueces que quieren revisar esas condenas.
Por eso, este proyecto —esta escuela, estos pibes, este compromiso con la memoria— se vuelve una forma de afirmar que la historia no se borra y que la verdad no se negocia.

Horacio tenía apenas 17 años cuando fue secuestrado la madrugada del 16 de septiembre de 1976, durante la Noche de los Lápices.
Estudiaba en el Normal N.º 3 de La Plata, militaba en la Unión de Estudiantes Secundarios y soñaba con estudiar medicina. Era solidario, inquieto, sensible, de esos pibes que veían en el conocimiento una herramienta de igualdad.
Lo llevaron primero al centro clandestino de detención de Arana y luego al Pozo de Banfield. Desde entonces permanece desaparecido. Pero su nombre —y lo que representaba— siguen escribiéndose en cada escuela que elige recordarlo.
El mensaje de Marta quedó grabado en todos los que participaron: una mezcla de ternura, convicción y gratitud. «Cuando uno se va, se da cuenta de que atrás se cierra la puerta y quedan ellos. Pero lo importante es que esos chicos hoy están formándose, creyendo que el conocimiento los puede hacer libres. Eso es lo que importa».
Y ahí está la esencia de todo: el aula como territorio de libertad, la escuela como símbolo de resistencia, y el nombre de Horacio brillando otra vez donde siempre debió estar, entre los lápices, los sueños y las manos jóvenes que siguen escribiendo la historia.