“Lamento ver a Brandoni vinculado a un gobierno tan detestable como este”
- May 17, 2025
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Fue un lunes caluroso en Santiago de Chile. En la parte superior de los diarios de ese día podía leerse: 15 de diciembre de 1947. Esa fue la
Fue un lunes caluroso en Santiago de Chile. En la parte superior de los diarios de ese día podía leerse: 15 de diciembre de 1947. Esa fue la
Fue un lunes caluroso en Santiago de Chile. En la parte superior de los diarios de ese día podía leerse: 15 de diciembre de 1947. Esa fue la fecha en que Patricio Contreras llegó al mundo. La partera jamás hubiera imaginado que aquel bebé se convertiría en actor de cine, teatro y televisión. Su curiosidad infantil lo llevó a acercarse al arte. En su juventud integró la compañía Ictus, hasta que en 1975 decidió exiliarse en la Argentina, huyendo de la dictadura de Augusto Pinochet. Uno de sus trabajos más recordados fue Buscavidas, el unitario semanal emitido por Canal 13 entre 1984 y 1988. Allí interpretó a un vendedor ambulante y forjó una sociedad artística con Luis Brandoni. Compartieron también cartel en la película Made in Argentina, de Juan José Jusid. El “Negro de Lanús” fue su emblemático personaje. Contreras actuó además en La historia oficial, de Luis Puenzo, junto a Alterio, Aleandro, Hugo Arana y Chunchuna Villafañe. Con compromiso político y sensibilidad, es un referente ineludible para múltiples generaciones.
—¿Cuándo sintió que llegaba a la popularidad?
—Nunca lo pensé así. Pero en 1983 hice No habrá más penas ni olvido, de Héctor Olivera, basada en la novela de Osvaldo Soriano. Estuve con Federico Luppi, Víctor Laplace, Ulises Dumont, Solá, Murúa… Grandes compañeros.
—¿Y Buscavidas?
—Fue un gran éxito. Cuatro años hermosos. Otra forma de hacer y ver televisión. Técnicamente distinta, con otra narrativa. Éramos muchos actores, había una mística grupal.
—¿La gente se identificaba?
—Claro. Eran personajes solidarios, que luchaban por ganarse el pan. A pesar de las amarguras, eran alegres. Estaban Brandoni, Carnaghi, Florentino, y muchísimos invitados: (Norman) Briski, (Cristina) Banegas, (Mimí) Ardú, (Zulma) Faiad… Fueron 157 capítulos. Se grababa lunes y martes, piso y exteriores. Actuábamos sobre temas reales. Eso hoy se extraña.
—¿Por la tecnología?
—Cambió todo: la producción y el consumo de ficción. Hoy muchos actores quedan fuera. Yo tengo un camino hecho, pero hay menos oportunidades. Todo es más esporádico y reservado a grandes inversiones. Es una pena.
—¿Qué siente frente a la postura actual de Luis Brandoni?
—Respeto a mis compañeros. Con Luis tuvimos una relación laboral muy respetuosa. Aunque estemos en las antípodas ideológicas, lamento ver a Brandoni vinculado a un gobierno tan detestable como este, con visos autoritarios inquietantes. Es incómodo. Prefiero no ahondar. Él opina como quiere.
—¿Cuándo supo que quería ser actor?
—Una noche fui al Teatro de la Universidad de Chile, invitado por un compañero. Daban El círculo de tiza caucasiano, de (Bertolt) Brecht. No conocía ni al autor ni la obra. Me impactó. Ver a los actores en cuerpo y alma, las luces, el lenguaje… Me dolía no ser yo. Tenía 16 años. Fue una revelación.
—¿De niño qué le gustaba?
—Dibujar y pintar. Le dedicaba muchas horas. Hasta hoy sigo dibujando personajes. Al terminar el secundario me anoté en Bellas Artes y quedé bien posicionado. Pero también estudié teatro y ese camino ganó.
—¿Cómo decidió quedarse en la Argentina?
—Vine de gira. Era el gobierno de Isabel (Martínez). En Chile estábamos prohibidos en medios, pero podíamos hacer teatro. Acá nos ponderaron por ser disidentes, y llenamos dos meses. Vi el entusiasmo cultural de Buenos Aires y dije: «este es mi lugar».
—¿Qué necesita un actor?
—Ganas de comunicar. Desde el exhibicionismo hasta el pensamiento. Y observar, leer, estudiar. El arte es un juego. (Marcel) Duchamp decía que no se trata de reproducir la realidad, sino de crear una realidad igual de intensa. A eso aspiramos.
—¿Tiene alguna rutina?
—Leo mucho. De todo. El mundo está convulsionado, y los libros son un refugio.
—¿Le preocupa el devenir del mundo?
—Cada día trae un problema nuevo. Todo repercute en todo. Son tiempos violentos. Si algo me inquieta, lo expreso artísticamente. Hoy trabajo poco. Me quiero tomar mi tiempo.
—¿Por qué?
—Después de la pandemia, todo cambió. Nos asomamos al abismo. Vimos la muerte cerca, propia y ajena. Eso modifica. Lo que hagamos tiene que valer la pena.
—¿Qué le gusta para distraerse?
—Un buen vino, buena comida, cine, teatro, amigos. Ya no salgo tanto, pero si puedo, salgo.
—¿Plato favorito?
—Carne, pizza, pastas. Pero si tengo hambre, pienso en una milanesa a caballo con huevo frito que explote. Comer con hambre, no por rutina.
—¿Se cuida?
—Lo que se puede. Camino, hago ejercicios módicos. No voy a fingir que soy un Adonis.
—¿Qué rescata del pasado y del futuro?
—Del pasado, que fue intenso. Del futuro… el abismo, pero con curiosidad. La naturaleza es sabia. Uno va soltando la ilusión de inmortalidad. Aparecen dolores, falta fuerza, pero la alternativa es peor. Mientras tanto, a vivir.
—¿Un aroma preferido?
—El pan recién horneado. Uno de los perfumes más bellos.
—¿Un color?
—El azul.
—¿Qué tarea doméstica prefiere?
—Lavar platos. Y plancho camisas perfecto. Creo que todo hombre de bien debe planchar sus camisas con esmero y detalle.