dietas restrictivas, ultraprocesados y un debate sobre cómo se come
May 26, 2025
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“Las dietas restrictivas -como las veganas estrictas, la restricción a los lácteos o las sin gluten sin diagnóstico médico- han ganado terreno en los hogares, muchas veces por
“Las dietas restrictivas -como las veganas estrictas, la restricción a los lácteos o las sin gluten sin diagnóstico médico- han ganado terreno en los hogares, muchas veces por convicciones personales o recomendaciones no profesionales. Si bien algunas pueden ser viables con adecuada planificación, su implementación en edades tempranas sin supervisión puede provocar déficits nutricionales graves, con consecuencias en el desarrollo”, difundió el grupo de Profesionales Expertos en Nutrición Infantil (Profeni), un colectivo conformado a partir de una convocatoria de la empresa Danone, en un mensaje que buscaba “intentar poner en agenda” los problemas que pueden acarrear las deficitarias ingestas de nutrientes como calcio y vitamina D.
“Particularmente, la dieta vegana y las corrientes antilácteos pueden ser sumamente dañinas para el desarrollo infantil”, advirtió el comunicado, y apuntó que el “auge de ciertas corrientes nutricionales, en ocasiones impulsadas por ideologías o cosmovisiones -más que por evidencia científica- puede llevar a prácticas restrictivas que comprometen la salud infantil”.
El enfoque reabrió un largo debate sobre cómo comen las infancias. “Lejos están de ser un problema de salud pública las elecciones individuales familiares como el veganismo o no ofrecer lácteos, al lado del enorme problema de malnutrición infantil colectivo que atraviesa Argentina hace décadas y tiene en uno de sus ejes la industria proveyendo información engañosa a través de los medios de comunicación”, apuntó la pediatra y puericultora Sabrina Critzmann, co-directora de la Escuela Argentina de BLW (Baby-Led Weaning).
A través de médicas como la pediatra Mabel Carosella y la especialista en nutrición Mónica Katz, Profeni señaló que “la ingesta de lácteos fermentados, como el yogur, además de contribuir a prevenir el desarrollo de carencias nutricionales por su aporte de calcio, vitamina y proteínas completas, aporta microorganismos vivos y -en algunos casos- probióticos, con beneficios demostrados para la salud”. Y cuestionó que “la restricción de alimentos sin una causa médica puede generar déficits de nutrientes fundamentales para el desarrollo cerebral, que pueden afectar la mielinización neuronal, el crecimiento cerebral, la adquisición del lenguaje, la atención y el aprendizaje futuro”.
Para Critzmann, “la realidad es que se ven grandes problemas de malnutrición en la infancia, en todos los sectores socioeconómicos. La alimentación de las infancias suele ser restrictiva de base: hay una monotonía alimentaria basada en hidratos de carbono simples (galletitas a la cabeza), bebidas endulzadas y postres lácteos industriales, con escaso consumo de legumbres, frutas y verduras. Entonces partimos de una base acotada de alimentos en la mayor parte de niños y niñas que supuestamente comen ‘de todo’ porque no tienen una alimentación vegana, por dar un ejemplo. Ese es el mayor desafío en alimentación hoy en día”.
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“Lo que estamos notando es cada vez más familias que toman decisiones nutricionales restrictivas tanto en lactantes como en niños escolarizados. Un ejemplo clásico es la eliminación del gluten porque consideran que es dañino, de los lácteos, de azúcar, carnes u otros grupos de alimentos, sin un diagnóstico médico o un seguimiento u orientación nutricional profesional”, advirtió Carosella. “Esto ocurre porque hay una desinformación o híper-información o infoxicación con consejos médicos sin sustento científico promovido por influencers, a veces médicos y a veces no, o tribus de moda”, acusó.
Para la médica, directora del Grupo Pediátrico Belgrano R, “al eliminar alimentos con gluten como trigo, avena, cebada y centeno también se pierden propiedades de algunos alimentos, la fibra dietética del complejo B, hierro, zinc, hay muchos productos sin gluten que son industrializados y ultraprocesados y tienen menos valor nutricional, le agregan más azúcares y grasas. Que diga ‘sin gluten’ no necesariamente es más saludable”.
“Estamos viendo a partir de demonización de algunos grupos de alimentos los números en Argentina y en distintas edades en pediatría hay brechas en el consumo de algunos nutrientes básicos como vitamina D, calcio, hierro. El consumo de lácteos es absolutamente deficitario en el país. Tenemos carencias importantes porque comprometen el futuro”, apuntó Katz. De acuerdo al comunicado de Profeni, casi el 70% de los niños no cubre la ingesta diaria recomendada de calcio (según un relevamiento publicado en 2017 sobre infancias de 3 a 12 años en La Plata) y el 95% la de vitamina D, según surge de la Primera Encuesta Alimentaria Nutricional de la Ciudad de Buenos Aires, de 2011.
“Un tema que nos preocupa también son los papás que tienen muchas restricciones, hay papás que hoy no condimentan los alimentos, que no les dan harinas a los chicos y en algunos casos se ve que hay chiquitos que no progresan suficientemente en talla y peso, en familias que tienen disponibilidad como para presentar calidad y variedad de alimentos en casa. Nos toca atender papás que por temor a la harina, al gluten, al azúcar, al sodio, no colocan ni aceite a una comida casera. Los chicos tienen derecho a comer rico, poniendo los ingredientes necesarios para que la experiencia de alimentar sea placentera”, reclamó la médica especialista en nutrición.
La otra mirada
Critzmann, con una mirada distinta a la línea del comunicado de Profeni, propone que “sobre la alimentación vegana, vegetariana, o basada en plantas en la infancia, debemos recordar el posicionamiento de la Asociación Americana de Dietética: ‘Las dietas basadas en plantas bien planificadas son apropiadas para todas las etapas del ciclo vital, incluidos el embarazo, la lactancia, la infancia, la niñez y la adolescencia, así como para deportistas’. El acompañamiento profesional en todos los casos, y la adecuada suplementación evitan la malnutrición, y se observa en los trabajos que la mayoría de las familias que eligen este posicionamiento ético para su alimentación cuenta con información profesional. Inclusive algunos trabajos muestran un mejor perfil nutricional en niños y niñas vegetarianos, debido al menor consumo de ultraprocesados y una mayor atención a su ingesta de nutrientes”.
Con respecto a la alimentación sin gluten, “no suele verse una tendencia tan evidente en la alimentación infantil sin indicación médica por cuestiones de salud. Aun así, evitar particularmente trigo, cebada, centeno y avena, si se asegura el consumo de otros cereales y pseudocereales (quínoa, trigo sarraceno, mijo, etcétera) en la alimentación no traería mayores consecuencias”.
En relación al déficit en el consumo de lácteos, la pediatra considera que “es un tema complejo e íntimamente relacionado con los mitos y bajas tasas de lactancia humana en nuestro país”. Apunta que los lácteos pueden ser parte de la alimentación infantil desde el año de vida, pero “culturalmente son vistos como el alimento mágico que todo lo puede y la base del crecimiento infantil. En realidad, de incorporarse, deben ser una pieza más en la diversidad alimentaria del día a día. Después del año, no se recomiendan leches de fórmula ni de ‘crecimiento’ ni postres lácteos ultraprocesados, y se sugiere limitar la ingesta de lácteos totales (entre leche, yogur, queso) a 500-700 ml máximos al día. Esto se sugiere para no desplazar otros alimentos y no entorpecer la absorción de hierro”.
“¿Pueden las infancias vivir sin lácteos? –se pregunta Critzmann- Sí, como también pueden vivir sin alimentos de origen animal, bajo la misma premisa: las proteínas, el calcio y otros nutrientes que aportarían los lácteos los pueden aportar sin problemas otros alimentos, con acompañamiento profesional adecuado”.
“La carencia nutricional más clara y de mayor impacto lejos está de ser la de calcio, sino la de hierro –enfatiza la pediatra- La prevalencia de anemia ferropénica en las infancias argentinas alcanza hasta el 60% en algunas zonas, teniendo un claro impacto en el desarrollo de las infancias. El hierro, presente en carnes pero también en legumbres (sumando frutas y verduras para garantizar la vitamina C para su mejor absorción), no solo queda corto en los alimentos ofrecidos sino que su absorción queda profundamente obstaculizada por el consumo excesivo de lácteos y la presencia muy común de infusiones como el té y el mate cocido tempranamente en la alimentación”.
En cuanto a la ingesta de carnes rojas, cabe recordar que el año pasado se registró el nivel más bajo de consumo de carne de vaca en los últimos 28 años, según las estadísticas de la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina (Ciccra).
Las crisis repercuten sobre la alimentación, pero “la malnutrición infantil atraviesa todos los estratos socioeconómicos. Las estadísticas obtenidas por UNICEF y FIC (Fundación Interamericana del Corazón) Argentina en 2023 en el trabajo ‘Situación alimentaria de niños, niñas y adolescentes en Argentina’ muestran que el grupo de alimentos de ‘consumo opcional’ de las Guías Alimentarias para la Población Infantil (GAPI), siendo estos dulces y otros ultraprocesados, son la base de la alimentación de niños, niñas y adolescentes, representando más del 35% del aporte calórico diario. Esto se observa en toda la población, independientemente de su poder adquisitivo, y está relacionado a la educación familiar, la falta de disponibilidad de frutas y verduras, los entornos escolares y la publicidad engañosa, por nombrar algunos factores”, enumeró Critzmann.
Galletitas de paquete vs. bizcochuelo casero
Otro de los debates que abrió el mensaje del colectivo impulsado por Danone tiene que ver con la comida industrializada y la casera. Si bien las dos profesionales consultadas, Carosella y Katz, resaltaron los beneficios en líneas generales de la comida hecha en casa, el comunicado dice: “Con frecuencia se demoniza, por ejemplo, a las galletitas dulces por su contenido de azúcar, grasa y sal, pero se defiende al bizcochuelo casero, que es la mezcla de harina, azúcar, manteca y sal (una porción de bizcochuelo tiene alrededor de 20 g de azúcar agregada). También se realiza una crítica desmedida al yogur del supermercado por su contenido en azúcar -hoy existen muchos con no más de 6.5 g de azúcar agregada-, pero a las elaboraciones de yogur en casa se le agregan cucharadas de azúcar de mascabo o miel, duplicando el contenido de azúcar respecto de los industrializados”.
“Los excesos de nutrientes pueden estar en una comida casera como en una envasada. Ojalá no hubiera necesidad de aclararlo. También en casa hay que cocinar más saludable para que valga la pena el rótulo de que siempre casero es mejor. Porque hay casas donde se cocina con exceso de grasa, de azúcar. Termina siendo cocina casera pero no muy saludable”, planteó Katz.
Por el contrario, Critzmann consideró que “lejos está una preparación casera de ser similar, ni sensorial ni nutricionalmente, a una industrial. Los ultraprocesados no usan solo azúcar: utilizan endulzantes compuestos y combinados mucho más dulces que el azúcar, en combinación con diversas grasas y otros resaltadores del sabor, para abaratar costos y generar mayor hiperpalatabilidad”. Añadió que “esto se suma a que el comer no es solo un acto nutricional en el que medimos calorías y gramos de azúcar (lo cual es una triste reminiscencia de la alimentación de los años 90 y la cultura de la dieta que tanto daño ha hecho, siendo Argentina uno de los países con el índice más alto de Trastornos de la Conducta Alimentaria del mundo), es un acto social que incluye tradiciones y sabores familiares, que quedan perdidos en una alimentación basada en paquetes”.