October 31, 2025
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la primera rapera trans boliviana y sus pieles fantasma

  • October 31, 2025
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Kiya es una artista trans boliviana, cochala paceña, «chotita». Hace algunos meses publicó un disco compilado llamado Todo lo que fui. Un archivo de los sonidos, emociones y pulsiones

la primera rapera trans boliviana y sus pieles fantasma


Kiya es una artista trans boliviana, cochala paceña, «chotita». Hace algunos meses publicó un disco compilado llamado Todo lo que fui. Un archivo de los sonidos, emociones y pulsiones que la habitaron antes.

Todo lo que fui es una colección de canciones de todos sus proyectos anteriores, sus nombres muertos, sus pieles mudadas: Taparaku, Boka Esquina, Hyena. Una galería de pieles fantasmas que la acompañaron hasta convertirse en quien es ahora: Kiya, el devenir de la primera rapera/trapera trans boliviana.

Kiya, antes Taparaku-Boka Esquina-Hyena, encarna uno de los proyectos artísticos más interesantes de la escena musical boliviana en la segunda década del siglo XXI.

«(El compilado) es todo lo que he sido y es realmente una selección de las canciones de esas distintas etapas de los proyectos que se han quedado conmigo», dice.

Y hay algo inquietante en esa frase. Las canciones que se quedaron con ella. Como si las otras hubiesen desaparecido en el torbellino de su propia voluntad.

Kiya: la primera rapera trans boliviana y sus pieles fantasma

Todo lo que fue: las canciones que más le gustan, personalmente, las que mejor recepción tuvieron entre su público o las que prefieren sus amigues.

Su nombre real es Nayra Kamila Killari.

Kiya viene de ahí, pero tardó años en encontrar este nuevo nombre, esta nueva piel.

Tuvo que pasar por otros cuerpos, otras voces, para llegar a «este cuerpo, a esta persona, este almita», como dice ella.

En el recorrido quedaron complejas y hermosas pieles fantasmas.

Primera piel fantasma

Taparaku (2020-2021) nació cuando Kiya regresaba a Bolivia desde Europa, donde se había quedado sin papeles, “clandestina”.

«Europa de mierda», dice entre risas, recordando las emociones que acompañaron aquella incursión transatlántica… y, después, el retorno.

Kiya había ido a estudiar cine en Bélgica -desde una posición de cierto privilegio, admite-, pero aquel mundo académico europeo no pudo contenerla.

Dejó pronto las aulas universitarias belgas y pasó tres años entre las calles y comunidades okupa (un movimiento de protesta social que reivindica la ocupación colectiva de casas y edificios abandonados). Así empezó un recorrido de politización de una nueva identidad: desde una suerte de clandestinidad y desarraigo.

En aquellos años en Bruselas también compartió espacios y amistades con algunxs de quienes después conformaron el colectivo artístico belga Gender Panik.

Pero el problema con Taparaku, ya en Bolivia, era que la gente se refería al proyecto en masculino: «el Taparaku». Kiya se hartó rápido. Decidió que todos sus futuros nombres se enunciarían en femenino.

Fue otra decisión crucial en un camino lleno de transformaciones. Una más entre muchas mutaciones.

Segunda piel fantasma

Boka Esquina (2022-2023) apareció poco después del retorno, como una inmersión aún más profunda en el rap paceño underground. Las calles, los barrios de las laderas, los talleres de freestyle.

Una movida con una compleja y larga genealogía. Un universo lleno de códigos masculinos, por decirlo de algún modo, donde Kiya tuvo que aprender a ocupar su espacio siendo quien era: una artista trans.

Su música entonces se alimentaba de cierta efervescencia social, sonaba cruda, digamos que panfletaria.

«Mis primeros trabajos eran como que ‘abajo el capital’ y transmitir estos mensajes políticos que me habían encantado en ese momento», recuerda.

Letras directas, sin matices. El tipo de canciones que surgen cuando una está convencida de tumbar el mundo a plan de beats y rimas.

Pero las identidades y las convicciones se agrietan, no son estáticas ni deberían serlo.

Tercera piel fantasma

El proyecto musical bajo el nombre de Hyena (2023-2025) fue diferente.

«Fue un momento donde estaba completamente perdida y pensaba haberme encontrado», dice Kiya.

Ahí está la paradoja que, quizás, define toda búsqueda identitaria: encontrarse en la pérdida, definirse en la confusión.

Fue la etapa que más la marcó. Tal vez porque fue cuando entendió que las identidades no son destinos fijos sino procesos. Movimientos. Transformaciones constantes.

En este periodo surgió un proyecto musical disruptivo en sonidos, líricas, formas e imágenes.

Allí quedó una de las canciones que más le enorgullecen: «Trans Piketera”. La primera canción que mezcló y masterizó por su propia cuenta. Y que, además, se complementa con un videoclip que condensa un universo estético y artístico distintivo.

Entre 2023 y 2025, Kiya, aún bajo la piel de Hyena, dejó canciones y videoclips que el tiempo nos ayudará a valorar aún más.

El cuerpo que cambia, las pieles que mutan

En la transición entre Hyena y Kiya pasaron muchas cosas.

Un tratamiento hormonal, por ejemplo.

Kiya explica que, creativamente, siempre tuvo «una relación muy cercana con su cabeza».

Pero después, gracias a los cambios en su cuerpo, «he entrado en cercanía también con mi pelvis, con mi pecho, con mi abdomen, con otras partes del cuerpo que me han jalado también a otros espacios sonoros y líricos».

Los cuerpos dándole forma a la música, agrietando la piel, encontrando nuevos resquicios desde donde retumbar.

Kiya, dice, encontró sonidos nuevos porque descubrió partes nuevas de sí misma.

Pasó hacia atmósferas más traperas y experimentales. Salió de los códigos del «bombo caja», el boom-bap, para explorar territorios sonoros que antes le estaban vedados.

Entre sus influencias, resalta el nombre de Frank Ocean. Especialmente por cómo transmite «estos sentimientos (como la tristeza) más desde lo bajo, más desde la pelvis».

Ahora ella también canta desde allí.

La política de lo íntimo

Con Kiya llegó otro cambio, un nuevo retorno: de lo panfletario a lo personal. Una transformación que ya se intuía en algunas canciones de Hyena.

Kiya no quiere decir a la gente cómo tiene que sentir, pensar o vivir. «No me siento en una posición adecuada para hablar de eso», dice.

En cambio, prefiere transmitir su «observación de la realidad (…) que se va a politizar por sí misma». Entendió algo que a veces se olvida: que lo personal ya es político. Que mostrar la propia vulnerabilidad puede ser más revolucionario que cualquier eslogan prefabricado.

Ahora hace canciones sentimentales. Amor, desamor, rabia. «Un proyecto más íntimo», dice.

Kiya está terminando sin tubo, sin cpu, sin ti, un disco que nace de una pérdida concreta: cuando, en un viaje reciente a Europa, le robaron su celular, su computadora, todas sus cosas. Son seis o siete canciones que tiene planeado sacar en este 2025.

Los mundos que no se tocan

Ser rapera trans en el underground paceño significó navegar entre mundos que a veces se rechazan. En el hip-hop algunos la acusaban de usar su identidad para vender.

En la comunidad trans al principio decían con desconfianza: «¿Quién es esta chica? Rapera, callejera, lesbiana».

Kiya: la primera rapera trans boliviana y sus pieles fantasma

Kiya podría haber elegido uno de los dos mundos. En cambio, decidió crear un tercero. «Mi objetivo es conciliar estas dos cosas», dice. Ahora tiene lo que llama «un microcosmos, una microcomunidad» donde esas contradicciones se resuelven en música.

El presente continuo

Kiya sabe que está abriendo camino para otros artistas trans.

Su consejo es simple: «Tienes que ser buena en lo que haces. Si te rajas, la gente lo va a notar». Algunos no te van a escuchar por ser trans, «pero qué importa», dice.

“Por cada uno que no te escuche, habrá diez que sí”.

Así, Kiya construye su carrera, sus identidades, sin mucha alharaca. Sutil y contundente. En septiembre, entre el 9 y el 12, participará del Bogotá Music Market.

Las pieles fantasma del pasado quedan archivadas en Todo lo que fui, un ejercicio de memoria artística, un legado musical y audiovisual.

Pero Kiya, la artista que habita esta nueva piel, sigue mutando. Sigue encontrando nuevas partes de sí misma, nuevos sonidos, nuevas formas de habitar su cuerpo y su música.

Las identidades no se completan nunca. Por suerte.

*Esta nota fue publicada originalmente en la Agencia Presentes y en el  medio Muy Waso.

* Agencia Presentes / Muy Waso



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