María Remedios del Valle vuelve a escena y resiste el olvido
- May 15, 2025
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Ante los laberintos que la historia plantea a los pueblos, el arte parece ser el encargado de empezar a dar las respuestas que la política no logra destrabar.
Ante los laberintos que la historia plantea a los pueblos, el arte parece ser el encargado de empezar a dar las respuestas que la política no logra destrabar.
Ante los laberintos que la historia plantea a los pueblos, el arte parece ser el encargado de empezar a dar las respuestas que la política no logra destrabar. El grito sagrado, la historia de María Remedios del Valle, se inscribe entre aquellas obras que sobresalen precisamente por esa sagacidad: una inteligencia artística capaz de crear un lugar en el relato histórico. Aunque ese lugar parezca magro y prosaico, como el de una cartelera, no deja de ser fundamental en ese entramado siempre en busca de una salida al laberinto.
Lorena Romanin dirige esta obra que se pregunta cómo se construye una nación, quiénes pertenecen a ella, y que surge de una iniciativa de la actriz Dayana Bermúdez Cortés junto a Mauricio Brunetti. “Me convocan después de que otra propuesta de Dayana no tuviera los frutos esperados -cuenta Romanin-. Se quedaron con ganas de hacer un unipersonal en el que ella habitara este personaje. Y yo convoqué a Marcela Peidro para que lo escribiera. Cuando estuvo listo el texto -que está buenísimo- empezamos a ensayar. Así que, en cierto modo, el personaje me buscó a mí (risas)”.
-¿Qué fue lo que te conmovió del personaje?
-La historia es muy, muy interesante. [María Remedios del Valle fue una prócer negra que luchó junto a Manuel Belgrano por la independencia. Por su condición de mujer y negra, terminó viviendo en la calle hasta que Juan José Viamonte la reconoció y rescató.] Y es cierto que hay muchas mujeres olvidadas, y cada una tiene su historia interesante. Pero la que apareció fue ella. Y por todo lo que contamos en la obra queda claro que muchísima gente no sabe quién fue, lo cual parece increíble. Que una persona que haya vivido todo lo que vivió y haya dado tanto —al punto de perder a su marido y sus hijos— terminara pidiendo limosna en la puerta de una iglesia en San Telmo durante años, y que nadie le creyera lo que fue… Es una historia apasionante.
-¿Desde una perspectiva de género también te convocó?
-Creo que una historia así me habría movilizado de todos modos. Y siendo yo una mujer blanca, no es tan simple entender -más allá de la empatía- todo lo que vive una mujer negra al ser discriminada. Ellos y ellas peleaban por dejar de ser esclavos. Eso, en el escenario, me emociona incluso más que la cuestión de género en sí misma.
-¿Por qué creés que, habiendo tanta información disponible, estos casos históricos siguen siendo ignorados?
-Hay que saber qué buscar. Sí, están los medios para que aparezcan, pero para eso también los adultos tenemos que conocerlos, para poder enseñarlos. Creo que hay una democratización de la información, lo cual también trae muchos problemas. Pero mi hija -que tiene 12 años- vino a ver la obra e invitó a su profe de Historia. Así que eso va a repercutir de alguna manera. El teatro, más aún el independiente, es como el trabajo de una hormiga frente a la comunicación masiva. Pero Lena vino, entiendo que le gustó por lo que me dijo, y tal vez se lo cuente a sus amigas. Eso ya está buenísimo.
-Siempre se dice que hacer teatro es una forma de resistencia. ¿Qué tipo de resistencia es para vos?
-Argentina, desde lo económico, nunca es un lugar fácil para el artista. Ahora es peor que en otros momentos. Pero eso nos hace muy creativos. Estamos acostumbrados al conflicto, a los pocos recursos. Y el teatro es una pasión: no podés dejar de hacerlo. No lo hacés para ganar plata —aunque sí importa ganar plata—, lo hacés porque es más fuerte que vos. Te moviliza, te apasiona. Y eso también es un valor. Hay mucha gente que no tiene algo que lo apasione, y eso es una tristeza, por más dinero que tenga. El arte es una riqueza cultural. Es una forma de resistencia en sí misma, porque utiliza otra energía. Más allá de que nos saquen todo, eso no nos lo pueden sacar. No te pueden callar. El arte siempre está atravesado por el momento sociocultural, y ahí se filtra el discurso que uno quiere contar, o contraatacar.
-¿Qué te llamó la atención de las devoluciones que fuiste recibiendo?
-Cuando viene el público, ves a través de todos esos ojos eso que hicimos. La gente se muestra muy conmovida con la actuación de Dayana, con su presencia escénica. Hay algo en el espacio escénico, en la escenografía, que se ve muy lindo. Todo tiene mucho laburo y mucha calidad. Las proyecciones son hermosas, y la historia también. Así que el público se conecta con el poder de esa historia y con la belleza de una puesta muy cuidada.
El grito sagrado, la historia de María Remedios del Valle
Dirección y puesta en escena: Lorena Romanin. Intérprete: Dayana Bermúdez Cortés. Música en escena: Pina González, Lucas Sanjurjo. Miércoles de mayo y junio a las 20:30 en Ítaca Complejo Teatral, Humahuaca 4027 (CABA).