May 17, 2025
Economia

Pasado y presente de la región vitivinícola en la provincia de Buenos Aires

  • May 16, 2025
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El vino es la bebida nacional, el Malbec la cepa insignia argentina y Mendoza, San Juan y Salta las provincias vitivinícolas tradicionales: en eso hay coincidencia. Pero cuando

Pasado y presente de la región vitivinícola en la provincia de Buenos Aires


El vino es la bebida nacional, el Malbec la cepa insignia argentina y Mendoza, San Juan y Salta las provincias vitivinícolas tradicionales: en eso hay coincidencia. Pero cuando hace algunos años alguien propuso plantar viñedos en territorio bonaerense para producir vinos de alta calidad sonó a quimera.

Por comparación, la falta de altitud, el clima húmedo y la cercanía del mar podrían verse como incompatibles con esta actividad. Sin embargo, aunque es un antecedente poco conocido, la vitivinicultura en la provincia arrancó a fines del siglo XVI, más precisamente cuando en 1590 empezaron a llegar las órdenes religiosas con sus variedades de uva al Río de la Plata.

Es más, desde 1598 los curas jesuitas extendieron el cultivo de las vides a Córdoba, Santa Fé, Buenos Aires y Misiones, para elaborar el vino de misa y financiar sus misiones y colegios. Lo sorprendente es que hay documentos sobre un cultivo con 1.700 vides alrededor del año 1620, en una estancia en lo que hoy es Temperley, partido de Lomas de Zamora. 

Hay mucha más arqueología y datos históricos. Como que el primer censo vitícola de 1936 registra para la provincia de Buenos Aires un total de 2.149 hectáreas con vides, lo que la convertía en la cuarta región en superficie. Con los años y la prohibición de vinificar esas plantaciones se fueron erradicando, lo que además provocó la pérdida de cepas de alta calidad, como Malbec y Pinot Noir.

Pero ahora, en pleno siglo XXI, ya no hay más dudas sino realidades. Y el terruño bonaerense ha renacido como una pujante región vitivinícola, bautizada como Mar y Sierras, con cientos de hectáreas en cultivo, decenas de productores, 40 variedades implantadas, miles de hectolitros vinificados y tres indicaciones geográficas registradas para sus vinos: Balcarce, Chapadmalal y Tandil.

Una ruta del vino ampliada

Es cierto que recién en el año 2000 finalizó una proscripción histórica, marcada por la Ley 12.137, que promovía la creación de la Junta Reguladora del Vino y la prohibición de producir en distintas provincias, como Buenos Aires, para potenciar a Cuyo. Con el cambio, se multiplicaron proyectos que recuperaron antiguas chacras, muchas de ellas implantadas por inmigrantes hace dos siglos, pero también se estudiaron suelos y terroirs para sumar cepas.

Y con el marcado desarrollo de esta actividad de los últimos años en la provincia, que ya tiene casi 183 hectáreas en 64 viñedos distribuidos en 24 localidades, al circuito turístico regional oceánico y serrano integrado por Mar del Plata, Balcarce y Tandil, se sumaron emprendimientos de la uva y el vino de Chapadmalal, Quilmes, Berisso, Campana, Junín, Saldungaray, Pringles, Villarino, Tornquist, General Madariaga, Médanos, entre otros.

El ingeniero agrónomo César Cárdenas, asesor de varios emprendedores de la provincia, registra más de un centenar de proyectos de vitivinícolas que, sin superar las 20 hectáreas cada uno, permiten vislumbrar lo que se puede obtener de los tres grandes terroirs de la zona: la Pampa húmeda, el desierto de transición y los viñedos de perfil serrano e influencia marítima, con alta calidad enológica para las cepas Albariño y Sauvignon Blanc en blancas, y Merlot y Tannat en tintas.

En la evolución bonaerense participaron productores familiares pioneros, agrónomos y enólogos visionarios y diversos organismos estatales, como el INTA y el INTI. Este último fue clave con su asistencia para que los vinos de la región logren tener su propia identidad, como ocurrió con Tandil, la primera ciudad en obtener la indicación geográfica, un aval para la diferenciación local y el reconocimiento internacional.

El Instituto Nacional de Tecnología Industrial realizó un exhaustivo relevamiento geológico, climático y de condiciones de suelo a 260 msnm en los viñedos de la zona de Santa Elena, al noroeste de Tandil, de la bodega familiar Cordón Blanco, que les permitió gestionar el sello distintivo ante el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV). El requisito obligatorio fue pasar de elaboración artesanal a bodega, y así lo hicieron.

Identidad serrana en botella

Valeria, Mariano y Matías Blanco, hermanos y dueños del emprendimiento tandilense, plantaron las primeras estacas injertadas en 2008 y tres años después implantaron otro viñedo en la zona de Don Bosco, al sur de la ciudad, para ensayar otras variedades, buscando diferenciación de suelo, a pesar de que ambos viñedos se encuentran a pocos kilómetros de distancia. Hoy cultivan las variedades Cabernet Franc, Carmenere, Syrah, Merlot y Sauvignon Blanc, y comercializan cuatro varietales en botella.

Las primeras microvinificaciones provenientes de La Elena se hicieron en 2012, obteniendo como resultado variedades vinificadas de forma natural, casi artesanal y sin ningún tipo de correcciones, que se encontraban dentro de los límites analíticos aptos para salir al mercado. Así surgió el primer vino de Tandil, pero evolucionaron. 

Durante dos años tuvieron un trabajo estrecho con los técnicos del INTI, en el que también participaron el INTA, la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional del Centro bonaerense (UNICEN) y el CONICET. 

“Contar con una IG que tiene un estudio intensivo que lo avala en cuanto a las características edafológicas, climáticas y culturales de la región, nos favorece mucho en el mediano y largo plazo porque son vinos con identidad propia”, afirma Matías, propietario y responsable de producción.

El sello de diferenciación para los vinos tandilenses posiciona a la producción vitivinícola local con características propias, ubicación geográfica, geología y el clima de la región. A su vez, este distintivo beneficia a los 15 productores de la Asociación de Productores Vitivinícolas de Tandil, ya que pueden incorporarlo en la medida que comiencen a comercializar sus vinos.

Desde hace dos años, Balcarce y Chapadmalal también lograron registrarse como IG, lo que permite a sus productores y bodegueros posicionarse en el mapa regional, nacional y global con un perfil diferenciado. Y el enoturismo en todo el territorio bonaerense se multiplica año tras año con más viñedos, bodegas, gastronomía y visitas guiadas a través del circuito provincial Vinos Buenos Aires.



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