Boca y River –se rompe el boverismo– se quedaron afuera de los octavos de final del Mundial de Clubes, sobre todo, porque no pudieron ganarle al Benfica de Portugal –europeo de segundo orden– y al Monterrey de México, más que por los duelos ante el Bayern Munich y el Inter de Milán. A menos calidad individual, jugaron a meter y a raspar (Boca y River sumaron, en conjunto, 18 amarillas y 5 rojas en seis partidos). No les alcanzó para competirles a los grandes de Europa, pero tampoco les había alcanzado ante los de Brasil, ganadores de las últimas seis Copa Libertadores. En el fútbol argentino, ni siquiera son los últimos dos campeones (Vélez ganó la última Liga, en 2024, y Platense la ex Copa de la Liga rebautizada ahora como Apertura). El balance del Mundial de Clubes para Boca y River da negativo. ¿Cómo seguirán en 2025?
¿Jugadores que no juegan en Boca?
El cabezazo del calvo profesor de Educación Física Christian Gray que le dio el 1–1 final al Auckland City de Nueva Zelanda empujó un poco más hacia abajo a un Boca ya eliminado que había recalculado la sintonía con los hinchas durante el Mundial de Clubes. Porque el rival era un equipo semiprofesional, sí, y un club gigante como Boca debiera evitar el ridículo, pero también por lo que vino después, en la rueda de prensa en los pasillos del Geodis Park de Nashville. “No creo que haya sido decepcionante, estuvimos a la altura”, dijo Edinson Cavani, el N° 10 y el capitán de Boca, quien apenas jugó los primeros 55 minutos ante el Auckland City, hasta que el partido se paró por la amenaza de tormenta eléctrica. En el debut ante el Benfica, Ander Herrera había durado 20 minutos en la cancha. Se retiró –otra vez– lesionado (no completó ninguno de los nueve partidos como titular en Boca). ¿Se puede empezar a construir un equipo a partir de jugadores que pueden ser claves por el funcionamiento y la jerarquía comprobada pero que no juegan?
¿Quién hace un gol en River?
Los que no juegan suelen quedan indemnes del fracaso. Sebastián Driussi convirtió un «gol mártir» ante Urawa Red Diamonds, en el debut: cabeceó al gol pero se dobló el talón de Aquiles y quedó afuera del resto del Mundial de Clubes (¿llegará a los octavos de final de la Copa Libertadores ante Libertad de Paraguay, el 14 de agosto). En los dos partidos siguientes, ante Monterrey e Inter, River empató 0-0 y perdió 2-0. Coincidió con la mayoritaria presencia de los hinchas de River en Estados Unidos, que por logística y rivales optaron por el segundo y tercer partido: hicieron miles de kilómetros y gastaron miles de dólares y no gritaron un gol.
Facundo Colidio hizo un aceptable torneo pero no despeja una duda desde hace dos años. Es un buen jugador, sí, talentoso, fino, elegante. ¿Pero es un buen jugador para River? Siempre inclasificable, Miguel Borja es goleador natural pero hace rato está ausente en presencia. Marcelo Gallardo le dio minutos –y la titularidad ante los italianos– porque no tenía a otro jugador. Ian Subiabre no jugó por joven. Gonzalo Tapia, porque su incorporación debería figurar entre las más insólitas de la historia de River. Algunos habrán creído que con Driussi la historia podría haber sido otra, pero huele a trampa emocional. River no tiene gol.
El día de la marmota y el laberinto de Riquelme
Y no se trata de armar un equipo para “competirle” al Benfica o al Bayern Munich, sino a Alianza Lima en Sudamérica y a Independiente en Argentina, los que lo eliminaron de la Libertadores y del Apertura. “Boca vive el mismo ciclo desde hace tiempo. Su día de la marmota con trompetas, cumbia y etoeboke. Ilusionar (en un partido, un mercado de pases, una jugada) para terminar entre puteadas. Después de dar la impresión de empezar a construir algo distinto a lo que se había dejado en Buenos Aires, Boca vuelve al punto en el que estaba”, escribió Juan Stanisci, director de Lástima a nadie, maestro. Boca es una punta del boverismo. La particularidad es que hay hinchas de Boca que quieren que pierda Boca para decir “tenía razón”; porque son más macristas que bosteros (Juan Román Riquelme acabó con los 24 años de Mauricio Macri en Boca, los últimos ocho a través de Daniel Angelici); y porque otros son drenados por la agenda mediática en la que Riquelme siempre es el culpable de la película. Ok, pero Riquelme está en su laberinto, se tira tiros en los pies, y se abstrae.
Un plantel descompensado
Gallardo dispuso de 53 millones de dólares para reforzar el plantel desde que asumió hace casi un año, a inicios de agosto pasado. Todavía no ganó ningún título. Ya sin Franco Mastantuono, el Mundial de Clubes reconfirmó lo que ya era una evidencia: que el plantel está mal armado, grande en edad, sin variantes ofensivas ni recambio para Enzo Pérez y sus 39 años. El técnico-estatua apostó por jugadores que ya le habían respondido, pero la segunda parte no fue buena hasta ahora. River necesita más refuerzos. ¿Llegará Maxi Salas? Y en ese caso: ¿será el remedio para los males de River?
¿Llega Paredes?
¿Agustín Marchesín es el dueño del arco de Boca, a pesar de que son menos las veces que salva al equipo, aunque el equipo pide que lo salve cada vez más seguido? ¿Ayrton Costa y Lautaro Blanco, quienes se retiran con crédito del Mundial de Clubes, serán los Marcos Rojo y Frank Fabra de mañana, ante tanta histeria alimentada, es cierto, por actitudes poco profesionales, como la de Rojo, quien aceptó que se había puesto físicamente óptimo por una promesa a Fernando Gago, su amigo y ex entrenador en Boca, y que fue amonestado como suplente y se rió ante el Bayern Munich?
¿Boca constituirá un equipo alrededor de la figura de Leandro Paredes, un futbolista que es un sistema en sí mismo, aunque conviene no olvidar que el fútbol es un juego colectivo y que un solo jugador no soluciona todos los problemas de un equipo? Y en ese futuro equipo de Miguel Ángel Russo, a corto plazo, ¿Rodrigo Battaglia, Carlos Palacios y Alan Velasco son piezas fijas? Miguel Merentiel escaló a otro sitial en la consideración de todos en Boca.
¿Y el Gallardo técnico?
La estatua de Gallardo no se mancha. Pero el regreso del Muñeco abre preguntas sobre el estado actual del técnico. Este último año fue más parecido a su despedida en 2022, también sin títulos, que a su fantástico ciclo 2014-2021, con 14 vueltas olímpicas de todos los colores. En lo que va de 2025, River perdió una final con Talleres, quedó eliminado con Platense y no pasó un grupo con un equipo mexicano. El entrenador parece haber perdido su pragmatismo, una de sus mayores virtudes de entonces, y se repite como si quisiera ganar con una idea única. ¿Puede jugar similar a 2019 pero con el actual plantel, como parece intentar? ¿O debería apuntar a un estilo más batallador, como en 2015? Salvo un muy buen mes en abril, cuando parecía haber levantado vuelo, hoy River no tiene un estilo reconocible.
Russo y la señal positiva
Russo, lo admitió, tiene mucho trabajo por delante. En el Mundial de Clubes, Boca recibió dos goles de pelota detenida (Nicolás Otamendi ante el Benfica y Gray ante el Auckland). Se repitió cuando tuvo que protagonizar, más allá del contexto, y se sintió más cómodo en la batalla y en la especulación. En el fútbol argentino, desde cualquier estilo y propuesta, Boca está obligado no a ganar, sino a protagonizar. No hay “derrotas dignas”. Hubo una señal positiva en la búsqueda de volver a ser. Contra el menos poderoso Benfica y el más poderoso Bayern, guapeó, sacó a relucir la estirpe histórica. Respondió a la demanda lógica de los hinchas. No fue suficiente por detalles pero fue –o podría ser– un punto de partida. Las precariedades y las carencias ante Auckland retrocedieron casilleros en la reconstrucción. Russo conoce, como pocos, el desafío por delante. Los equipos del fútbol argentino son más parecidos al Auckland que al Bayern. Boca volvió a Argentina sin victorias, con casi triunfos. Este martes, cuando el plantel vuelva a reunirse en Boca Predio, Russo iniciará “en serio” su tercera etapa.
La Copa Libertadores
Fue extraño pero no tanto. Minutos antes del partido contra Inter, en Seattle, los miles de hinchas de River cantaron por la Copa Libertadores, como si el Mundial de Clubes -aún con vida- fuese una cuestión secundaria. River jugará contra Libertad de Paraguay en octavos y, de pasar, comenzaría a cruzarse con los brasileños. El primer duelo sería, en cuartos, contra el Palmeiras. También Flamengo y Sao Paulo siguen con vida. Por lo visto hasta ahora, River está por debajo. Los brasileños ganaron las últimas seis Libertadores y metieron un poker de equipos en octavos del Mundial de Clubes. ¿Cómo hará Gallardo para formar un River competitivo?
Depuración, Clausura y Copa Argentina
Boca debutará en el Clausura ante Argentinos en La Paternal el fin de semana del 13 de julio. Tercero en la tabla anual –en el último puesto de clasificación a la Libertadores 2026– a finales de ese mes jugará ante Atlético Tucumán por los treintaidosavos de final de la Copa Argentina. Llegarán, con Paredes, otros refuerzos (Malcom Braida y Marco Pellegrino debutaron en el Mundial de Clubes). Y se irán acaso muchos más, en una depuración pedida a gritos por los hinchas, quienes se preguntaron qué hacía tal jugador en la tribuna, como el arquero Sergio Romero, quien llegó a ser suspendido tras agredir a socios luego de la última caída con River en la Bombonera.
Cuentan que la rutina de Riquelme en Estados Unidos durante el Mundial de Clubes incluyó largas caminatas de madrugada por las calles de Las Olas Boulevard, Fort Lauderdale, donde se alojó la delegación de Boca. Hasta ocho kilómetros, para eludir el calor y la multitud. En la noche del jueves, en una no–entrevista en el canal oficial del club, Riquelme dijo: “Desde diciembre de 2019, somos el club argentino que más títulos ganó, pero eso no nos da comodidad. Tenemos el deseo grande de volver a ganar. Las reglas del juego están clarísimas. Del otro lado tapan todo y de acá siempre salen cosas negativas. Hay que ser positivo. Para nosotros y para el entrenador fue muy importante haber pasado estos 20 días juntos. Pudo conocer mucho más a los muchachos. Él se lleva muchas cosas buenas y sabe que hay otras por mejorar”. Quizás más de lo mismo y, a esta altura, insuficiente hasta para los socios que lo votaron. El Mundial de Clubes de Boca fue regular, malo y, al final, muy malo.
River también fracasó.