memoria activa en el ex Pozo de Banfield
- September 17, 2025
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El himno abrió la mañana y el aplauso marcó el pulso de un encuentro que no fue ceremonia sino abrazo: en Villa Centenario, donde funcionó el centro clandestino
El himno abrió la mañana y el aplauso marcó el pulso de un encuentro que no fue ceremonia sino abrazo: en Villa Centenario, donde funcionó el centro clandestino
El himno abrió la mañana y el aplauso marcó el pulso de un encuentro que no fue ceremonia sino abrazo: en Villa Centenario, donde funcionó el centro clandestino conocido como Pozo de Banfield, miles de pibes y pibas coparon el Espacio de Memoria para transformar el dolor en organización y el recuerdo en compromiso. A 49 años de la Noche de los Lápices, la juventud se plantó con una certeza que duele y enciende: fue genocidio y son 30.000. Ningún negacionismo podrá borrar lo que el pueblo escribió con lucha, porque acá la memoria no se archiva: se practica, se enseña y se milita.
Juana Eva Campero dio la bienvenida con la simpleza de las conquistas irreversibles: “Mucho tiempo nos costó llegar a decir esto: Espacio para la Memoria. Antes lo llamábamos El Pozo. El Pozo seguirá siendo su historia oscura que contamos todos los días, pero hoy hacemos promoción y difusión de los derechos humanos: le damos vida, amor, lucha, resistencia”. Nombró a quienes empujaron décadas hasta abrir estas puertas —HIJOS y, en especial, a Ulises Guede y Ernesto Borzi—, recordó a los que ya no están y dejó en claro el sentido de este lugar: “Acá siempre trabajamos por Memoria, Verdad y Justicia”.
La marea juvenil desbordó patios y pasillos con música, murales, radios abiertas y un streaming junto a estudiantes de la Escuela N°31. Donde hubo clandestinidad hoy hay Estado presente, y no como pose sino como política concreta: la Subsecretaría de Derechos Humanos bonaerense, la Municipalidad de Lomas de Zamora y la Mesa ex Pozo de Banfield tejieron comunidad con organismos, familiares y sobrevivientes. Estuvieron el ministro Juan Martín Mena, la ministra Daniela Vilar, el subsecretario Matías Moreno, el intendente Federico Otermín, el ex secretario de DD.HH. y candidato a diputado Horacio Pietragalla Corti, el sobreviviente Pablo Díaz, familiares de las víctimas y el nieto 133, Daniel Santucho Navajas, nacido en cautiverio en este mismo sitio del horror. La juventud fue mayoría y fue mensaje.
Federico Otermín habló con la memoria de Lomas de Zamora en la voz: “Lomas no olvida, Lomas tiene memoria y Lomas no perdona. Secuestraron a nuestras compañeras y compañeros, los torturaron, los desaparecieron para eliminar cualquier vestigio de lucha popular. ¿Para hacer qué? Para lo que hoy intentan: un programa económico antiargentino, que le sirva al FMI, a costa del pueblo”. Agradeció a quienes sostienen el espacio “en soledad, con frío, siempre” y le habló a la juventud: “Nunca se resignen. Peleen en paz y en democracia por la felicidad de nuestro pueblo y por la memoria de quienes ya no están”. Lomas, dijo, no se reconcilia con la impunidad.
Matías Moreno retomó el hilo que une reparación y política pública: “Este año, más de 7.000 vecinos y vecinas hicieron la visita guiada. Acá dictamos el Plan FinEs: es nuestra manera de reivindicar a los compañeros de la Noche de los Lápices. Hoy el gobierno provincial garantiza la terminalidad secundaria y es con política pública que reivindicamos a esos compañeros que hoy no están pero que siguen insoportablemente vivos”. Reconoció a la Mesa de Trabajo, a los organismos y subrayó que si las políticas de Memoria, Verdad y Justicia son realidad “es por la lucha incansable de los organismos y por la decisión política que tuvieron Néstor y Cristina de hacerlas transversales, garantía de no repetición y reparación”.
Cuando habló Pablo Díaz, el tiempo se hizo cuerpo. “No es fácil hablar acá, pero quiero que entiendan que la memoria es la identidad de ustedes hoy. Hoy ustedes son nosotros”, dijo. Evocó a Claudia, el amor y los diálogos sobre “seguir militando, tomar una cerveza en la plaza” cuando salieran de ese infierno. Y dejó una promesa que es programa de acción: “En este bendito pozo los traemos con vida. Los extraño y los tengo: en cada charla en los colegios los recordamos”. La memoria militante, lejos de la nostalgia, como identidad compartida.
Horacio Pietragalla Corti hiló el pasado reciente con el presente: “En este lugar, en democracia, por la impunidad que había, seguían operando las fuerzas policiales. El quiebre fue en 2003: cambiamos las políticas de impunidad, reivindicamos a nuestros seres queridos. La política de derechos humanos caminó de la mano con la redistribución de la riqueza. No podemos reivindicar la memoria de los 30.000 sin ir a la lucha”. Señaló el cinismo del “kirchnerismo nunca más” y respondió a coro con el auditorio: “30.000 compañeros detenidos desaparecidos, ¡presentes!”.
Juan Martín Mena, con la emoción a flor de piel, propuso una clave de época: “No se trata de ‘pasar la posta’ y que se arreglen solos: lo tenemos que hacer juntos. Tenemos que lograr esa conexión entre los jóvenes de hace 40 años y los de hoy: escucharlos, saber qué viven, qué necesitan. Esa conexión es nuestro principal aporte”. Contó la ficha recuperada de Claudia Falcone, donde la “alertaban” por su pensamiento crítico y su capacidad organizativa, y miró al auditorio: “Yo veo un mar de peligros hermoso: pensamiento crítico y organización”. Llamó a sostenerlas como antídoto frente a quienes pretenden una democracia de baja intensidad y cerró con un abrazo colectivo a las banderas que siguen guiando.
A lo largo de la jornada, alrededor de 1.500 estudiantes ocuparon las calles de Siciliano y Vernet y le dieron forma, voz y color a esa memoria activa. Con el escenario convertido en recuerdo inmediato, la actividad siguió su curso militante como un mapa vivo de estands e intervenciones: murales que crecían frente a la mirada, música y canciones, radio abierta, afiches, fanzines y libros que iban y venían de mano en mano. No fue un apéndice de los discursos: fue otra vía de la misma memoria activa, con el arte público como política pedagógica en movimiento. A través del área de Educación de la Mesa de Trabajo del ex Pozo de Banfield —articulación llevada adelante por Julia Borrescio— se conocieron tres historias de escuelas lomenses que, con sus docentes, hicieron de la intervención artística y la investigación una herramienta de construcción de memoria colectiva:
• La Secundaria N°40, con libros ilustrados inclusivos y una intervención de 420 mariposas —una por cada persona que pasó por el Espacio—, además de un trabajo para nombrar su biblioteca investigando a desaparecidos y tejiendo lazos con las familias del barrio.
• La Secundaria N°90, donde literatura e identidad se cruzan en fanzines, “valijas” simbólicas y lecturas que devuelven a cada estudiante la potencia de decir “soy… y lo puedo decir porque sé quién soy”.
• La Secundaria N°12 (ex CONABA), que reconstruye historias como las de las monjas francesas Léonie Duquet y Alice Dumont, proyectando placas, vínculos con otras escuelas y visitas a sitios de memoria.
En tiempos en que se intenta deslegitimar a la escuela y su carácter de derecho, estas prácticas demuestran lo contrario: la escuela enseña a nombrar, a investigar, a crear y a hacer presente lo que otros quisieron borrar.
Promediando el acto, el Archivo Provincial de la Memoria entregó legajos reparados a familiares y sobrevivientes; hubo menciones a organizaciones, docentes de FinEs y artistas que donaron sus obras. Pañuelos en alto para la foto y una certeza que no se negocia: Nunca Más. Al cierre, el recorrido por el Espacio mostró los trabajos de Futuro Memoria, videos, una muestra gráfica y la visita a celdas y calabozos: donde antes hubo desaparición, hoy hay pueblo, educación y política pública.
El 16 de septiembre de 1976, durante la última dictadura cívico-militar, grupos de tareas secuestraron a estudiantes secundarios de La Plata. Seis de ellos —María Clara Ciocchini, Claudia Falcone, Francisco López Muntaner, Horacio Ungaro, Daniel Racero y Claudio de Acha— continúan desaparecidos. La memoria de esa noche es brújula: nos marca el camino.
Por ellos y por los 30.000, sostenemos las banderas de Memoria, Verdad y Justicia. Porque en el ex Pozo de Banfield la memoria no se archiva: se practica, se enseña y se milita —con pensamiento crítico, organización y amor político— para que nunca más el terror tenga la última palabra. Presentes, ahora y siempre.