Es una experiencia multicolor la de caminar entre hileras de 400 metros pobladas de tulipanes ordenados por color y tamaño. A cada hora cambia el paisaje. Si es cerca de las 9, cuando abre las tranqueras, serán las gotitas de rocío las que iluminan con el sol cada pimpollo mientras que los colores plenos se aprecian durante el día y los tonos profundos del atardecer hasta las 19 convierten al lugar en un destino diferente en cada momento. Cada octubre se visita la chacra “Tulipanes de la Patagonia” de Juan Carlos Ledesma, en Trevelín, Chubut, para ver el momento de floración que dura un mes. 

En esta edición, el cierre es el 7 de noviembre cuando una lluvia de pétalos cae sobre la plaza del pueblo. Luego de la cosecha de las flores, el productor se dedica a los bulbos, que es la verdadera producción y cuando superan los 20 centímetros de diámetro están listos para su comercialización. A los más pequeños se los envuelve en papel y se los preserva en una cámara de frío para volver dentro de unos meses a la tierra donde comenzarán de nuevo el ciclo, darán su flor y luego otra vez. 

Pero este 2025, la temporada de tulipanes es más grosa. “Plantamos doce nuevas variedades, son de distintas formas y diferentes colores. Son como variedades top, lo último que ha salido, que está circulando por el mundo”, le confía Ledesma a Tiempo de Viajes mientras camina por la hilera que acaban de abrir los primeros pimpollos que anuncian la temporada de la flor.

“Estamos con mucha expectativa de ver qué tamaño de flor tiene cada nueva variedad y saber cómo son sus  pétalos, con plumitas o simples”, describe el dueño de la plantación ubicada en Trevelin, al pie de la cordillera y cerquita de Esquel, en el oeste chubutense. Hay expectativa porque este mes de octubre florecerán 42 variedades en total, “casi cuatro millones de flores”, dice Ledesma. Centa que suman “una hectárea más de superficie cultivada, que de dos millones setecientas flores,  pasamos  a casi cuatro millones”. 

En el campo hay otra novedad. Es la estructura de un domo que va a estar ahí al pie de los de las flores para que, en caso de que haga falta, como es clima patagónico, a veces corre un poco más de viento, llueve, inclusive hasta puede nevar. Entonces, “la gente que sienta un poquito de frío, se pueda resguardar de las inclemencias climáticas”, explica. 

La experiencia es sencilla: observar las flores, los tulipanes, pero en esa sencillez está su gran tesoro que atrapa al visitante y reconforta el alma. Algunas tardes, habrá música a cargo de bandas locales y desde el deck, ubicado a una altura que permite observar desde otra perspectiva la plantación, se puede degustar un té con scones y probar la famosa torta galesa.

Tulipanes y algo más

La cita ya arrancó. Abrió sus puertas, el 7 de octubre de 9 a 19 con un valor de 32 mil pesos la entrada y los menores de 12 no pagan. Hay agencias de viajes que organizan todo. El pueblo está a  13 km del campo, y muy cerca está la ciudad de Esquel y el Parque Nacional Los Alerces, Patrimonio de la Humanidad, otros puntos para visitar. 

Pegadito al Campo de Tulipanes, están los “Viñedos de Nant y Fall”, donde Sergio Rodríguez comenzó hace más de 20 años con un Eco Parking. Es ideal para quienes viajan en motorhome y ahora, con un arroyo cristalino, cabañas y un restó, la estadía se completa para conocer la cepa insignia de la región: Pinot Noire.

El Área Natural Protegida (ANP) Cascadas de Nant y Fall y el ANP Lago Bagilt, son parte de la naturaleza en estado puro que cobija al lugar. Las casas de té galés del pueblo, una cabalgata suave con Pein Mawiza en Sierra Colorada y la comunidad Tehuelche Mapuche para sumergirse en la cosmovisión de la comunidad son otras opciones para completar la visita en esta zona.