July 6, 2025
Deportes

“Sé que soy un rebelde que agarra el fierrito y denuncia cosas”

  • July 5, 2025
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Martín Sharples es un referente del deporte rebelde, el que no calla. Jugador de rugby hasta los 26 años, cuando le amputaron la pierna izquierda después de un

“Sé que soy un rebelde que agarra el fierrito y denuncia cosas”


Martín Sharples es un referente del deporte rebelde, el que no calla. Jugador de rugby hasta los 26 años, cuando le amputaron la pierna izquierda después de un accidente con su moto, decidió que no se iba a quedar quieto. Desde ese momento, comenzó a correr. Con prótesis primero, en una silla de ruedas después, y otra vez con prótesis en el último tiempo. Hasta que un día también volvió a jugar al rugby, a su club, Porteño de San Vicente, y pudo retirarse en una cancha con la ovalada en la mano y con una remera debajo de la camiseta que recordaba a los rugbiers desaparecidos.   

Martín, hincha de Racing, es además un deportista con la voz bien en alto. Militante por los derechos humanos, lucha desde hace años contra la discriminación a los atletas discapacitados, en particular con la desigualdad en los premios, y señala cómo el Grupo Clarín se quedó con el negocio del Maratón de Buenos Aires a través de una fundación que se convirtió en sociedad anónima. 

Con 58 años -y un infarto con dos stents en el medio- Martín sigue su camino en el deporte. Participa desde la primera vez -y cada vez- en la Carrera de Miguel, homenaje a Miguel Sánchez, el fondista tucumano desaparecido durante la última dictadura, y siempre tiene algo para decir. Este año, incluso, volvió a Roma, donde se organiza la original, la Corsa di Miguel. 

Martín nunca se queda en silencio. El deporte como una forma de visibilizar causas. Aunque todo le resulte difícil. Para él, sin embargo, todo es un desafío. Deportista y militante, todo en uno. Anarquista, en su frase de WhatsApp está el verdadero grito de libertad: “Ni Dios ni amo”. 

-¿Qué es el deporte hoy para vos?

-Desde los doce años que hago deporte y es como una forma de vida. Sin el deporte es como si no tuviese el vaso de agua. Por eso, cuando tuve el accidente pensé que podía quedarme sin el deporte y era muy fuerte para mí. Es como algo natural, es la adrenalina que necesito para existir. No tanto en lo competitivo, yo soy competitivo pero necesito esa actividad física. 

-¿El deporte para vos es ponerte desafíos?

-Sí, esa es la palabra. Son desafíos porque me movilizan cosas no naturales en el deporte, con mayor esfuerzo. Antes del accidente ya me pasaba porque yo era un jugador común y tenía que hacer un esfuerzo extraordinario para llegar a hacer siete puntos y me quedaba entrenando más horas. Me daba mucha bronca compañeros míos que eran habilidosos por naturaleza y no entrenaban. Con la facilidad que tenés vos para jugar… Hubo muchos que dejaron. Y yo seguí no por el valor de jugador, sí por mi exigencia. Terminé siendo el capitán de lo que vendría a ser la reserva, la intermedia del club Porteño de San Vicente.

“Sé que soy un rebelde que agarra el fierrito y denuncia cosas”

-¿Jugaste siempre ahí?

-Siempre, es como eso que se dice que se puede cambiar de todo menos de camiseta.

-Cuando te amputaron la pierna, dijiste “voy a correr”. Lo hiciste en bicicleta y con prótesis, pero en un momento volviste a jugar al rugby. ¿Esa idea estuvo desde el inicio?

-Lo primero que me pasó por la cabeza fue la imagen de un de un norteamericano corriendo con una prótesis. Y yo dije: voy a correr. No sé si voy a jugar, pero voy a correr. Pero siempre estuvo en mi cabeza. Yo pensaba que no me lo permitía el reglamento. Pero en una entrevista en Deportea veo pegado una nota de los estudiantes que se titulaba “La discapacidad está en la cabeza”. Y había una foto de una jugada de rugby. Pensé que era un sordo, un mudo, pero era un amputado bajo rodilla, el tobillo, que es más simple porque ahí la rodilla tiene tu movilidad. Pero desde ese momento me puse la idea de jugar al menos un partido amistoso. Quería despedirme jugando. En 2014, hablando con el presidente del club, que era un compañero mío, pudimos hacer un partido, que en teoría iba a ser un partido oficial con el plantel superior. Iba a hacer un partido homenaje aunque iba a jugar por los puntos, pero se dio que el capitán del plantel superior me ofreció justo en la ronda final quedarme y seguir jugando, así que imagínate qué momento. Lo recuerdo y me emociono. Que pibes que pueden ser tus hijos te promocionen para que sigas jugando.

-¿Ese fue tu máximo desafío?

-Yo como que lo tenía incorporado y era un sueño. Lo soñaba pero era algo natural. Y era con convencionales. Cualquiera que le contaba me preguntaba si no tenía miedo de romperme la otra pierna, y nunca se me había pasado por la cabeza. Nunca pienso que me voy a romper o que voy a quedar malherido.

-El deportista y el militante, ¿son una unidad para vos?

-Yo no puedo separar el militante del deportista. Cuando iba a jugar ese partido, que iba a ser uno solo, debajo de mi camiseta tenía grabado los jugadores del rugby desaparecidos, que en ese momento eran 34. Y jugué ese partido en cierta manera homenajeándolos. Y así en casi todo. Cuando empecé con las carreras de calle durante mucho tiempo llevé la foto de José Luis Cabezas. Y me decían que no hiciera política porque eso me iba a perjudicar en mi vida de deportista. Pero para mí es así. Hace poco me sentí identificado con la historia de Bigote López, un jugador uruguayo que luchó por su club, que volvió, que lo discriminaron, y pensaba que éramos pocos pero al menos había alguien más que peleaba por lo mismo.

-¿Esto porque a veces te sentís en soledad?

-Sí, es terrible. No sé si es por el poco compromiso, por el miedo, porque yo desafío a los poderosos, no desafío a los más débiles. Y bueno, a veces es complicado que los débiles peleemos con los poderosos y sumar fuerza.

-Uno de los lugares en donde comenzaste a poner tu voz fue en la Carrera de Miguel. ¿En qué se convirtió para vos esa carrera?

-Fue traerlo. Después de que escribieran su historia Ariel Scher y Víctor Pochat, quizá podía quedar solamente en una nota, iba a ser un corredor desaparecido. Pero como dije un par de veces, Miguel ahora está en todos lados. Lo quisieron hacer desaparecer y lo sembraron. Hay calles, hay pistas, todo, y de los genocidas no hay nada. Que esa pequeña lucha que se pudo dar para mí es una gran lucha, que cualquier chico que corra la Carrera de Miguel pueda preguntar quién es Miguel ya es bastante alentador.

-Este año volviste a correr la carrera de Roma, la Corsa di Miguel, que es la original creada por Valerio Piccioni. ¿Qué viviste con esa vuelta? 

-Fue increíble entrar al Estadio Olímpico de Roma, con diez mil personas corriendo, y con otro desafío para mí porque se cumplían cinco meses de mi infarto con dos stents. Así que por eso la elegí, tenía que lograr algún esfuerzo especial. Tuve algunos inconvenientes porque se me despegó la suela de la prótesis la noche anterior a la carrera, y el último día de entrenamiento en Buenos Aires me explotó una manguera del radiador del auto, me quemó bastante la panza y como fui anticuagulado no me cerró la herida. Fue una síntesis de lo que soy yo. Todo difícil, pero pude lograr el objetivo. Era una motivación especial correr esa carrera.

Martín Sharples: “Sé que soy un rebelde que agarra el fierrito y denuncia cosas”

-Claro, en el medio de todo esto sufriste un infarto.

-Sí, y yo creo que también ha quedado un mensaje de que solamente por hacer deporte uno no está saludable. Creo que de tanto tiempo parado por la pandemia, de la alimentación y también, después de los 50, de la mala sangre famosa que tanto nos decían nuestros viejos. Yo fui ya a esa carrera predispuesto a la lucha porque es una carrera donde nos discriminan. Yo sabía que si no éramos tres no iba a ser premiado. Quise buscar mi mejor marca en 15 km para demostrarle al organizador que no iba por el premio pero sí a competir. Si no hago una buena marca acepto no recibir el premio, pero dame una opción para competir. Dame una marca. Porque el atletismo se basa en marcas, no en cantidad. Entre los de la elite corren cinco o seis, no son más los que pueden hacer un podio. Entonces, ¿qué me hablás de cantidad? 

-Vos hace más de veinte años que luchás contra las desigualdades en los premios, no sólo en la Maratón de Buenos Aires, que es la que marcás, sino en otras carreras. ¿Esa desigualdad se agravó con el tiempo?

-Se va agravando cada vez más. Cuando yo empecé con la prótesis, corría en forma convencional. Me anotaba como uno más por edades y no buscaba el premio porque mi premio era bajar mi marca. Y todos me decían: «¿Por qué no corres en silla de ruedas? Tu categoría es silla de ruedas.» Pero mi vida normal no era en silla de ruedas. Bueno, conseguí mi silla de ruedas y, bueno, empecé a participar. Y veía que en los podios nunca nadie reclamaba los premios. Empecé a ver las grandes diferencias que hacían con las únicas dos categorías que existían en ese momento, que eran homologadas, la de ciegos y la de silla de ruedas. “¿Cómo puede ser que no traen ningún premio?”, les decía a mis compañeros. Yo no te digo dinero en efectivo. Si hay plata, plata, si hay un par de zapatillas, que sean un par de zapatillas. Pero nos daban un pedazo de cartón que decía «Mención especial”. ¿Qué es la mención especial? Y así fue que empecé a hacer la denuncia en su momento en la Defensoría del Pueblo y, como iba seguido, terminé trabajando en el área de deporte y discapacidad peleando por los premios. No pedimos nada, pedimos lo mismo.

-En todo eso te topaste con los organizadores de la Maratón de Buenos Aires

-Claro, primero era Carlos Saez. Ahí hice mi primera denuncia. La marca Ona Saez tuvo una marca deportiva, que auspiciaba a Alejandro Maldonado, un atleta en silla de ruedas. En la mediación le pregunté: “¿Vos a Alejandro le das menos ropa que a un convencional?”. “No, Martín, cómo vas a decir eso”, me decía. Y bueno, ¿por qué nos das menores premios? Porque ellos cobran un montón de plata, eh, tienen un montón de beneficios, y la Ciudad tiene una constitución que habla de igualdad de oportunidades. La Ciudad le está cediendo 42 km de calle, que la pagamos entre todos. Ellos no pagan casi nada de canon. El gobierno de la Ciudad tendría que regular que los premios se paguen de forma igualitaria. Porque si lo hicieras en un campo privado, bueno, pero acá estás utilizando las calles de la Ciudad.

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-Y por fuera de lo que pasa con los premios, ¿qué tipo de negocio les reporta el Maratón? 

-Millonario, millonario, millonario. El Grupo Clarín le arrancó la carrera a Carlos Sáez, él mismo lo dice. La Fundación Ñandú, que era de ellos, pasó a ser la Asociación Ñandú a manos de Clarín. Mario Petrucci fue el primero que estuvo a cargo, era el presidente de la Federación de Ajedrez. Nada que ver. Después pasó a Luis Vinker, un periodista de Clarín que me dijeron que era un gran estadístico del atletismo que despreciaba a los corredores que iban a prostituirse con el dinero. Halagaba a los corredores de pista y no de calle, que iban a la calle porque era donde había premio. Después se hizo el presidente de Ñandú. Habría que preguntarle que Vinker es. Y sumado a Ricardo Roa, que es el secretario, actual editor adjunto de Clarín, que como Petrucci fue montonero en los setenta, y hay un tal Pablo Vaca como vicepresidente. Vaca fue el que puso el título “La bala que no salió, el fallo que sí saldrá” después de que intentaran matar a Cristina Fernández de Kirchner. Estos señores, que hablan de los políticos corruptos, están siendo investigados por lavado de dinero y evasión. Y lo peor de todo es que ahora ya no es más una asociación sin fines de lucro. Desde enero de 2024 es sociedad anónima. Es todo un curro por donde lo mires.

-¿Quién está investigando?

La UIF (Unidad de Información Financiera) y la PROCELAC (Procuraduría de Criminalidad Económica y Lavado de Activos). Hay un expediente donde se calcula la cantidad de plata que ganan con las carreras.

-Más allá de la investigación, ¿no encontrás eco en otros atletas para denunciar?

-No veo a los runners sentirse indignados que con la de ellos estos tipos se hacen millonarios. Armaron hasta una ticketeadora, que es del hijo de Roa, con la que se quedan con el 15% de lo que pagás de inscripción. Pero no tengo eco en los corredores. Yo sé que soy el rebelde que agarra el fierrito en un podio y denuncia cosas. Está mal visto eso. Combativos, afuera.

-¿Y vos sentís orgullo de ser ese rebelde?

-No, no sé si orgullo. Si yo admiro a los que luchan, no puedo ser indiferente. Fue así cuando me echaron del ferrocarril, fui así cuando había alguna injusticia en el rugby cuando volví. Cuando era pendejo no era tan rebelde. Yo voy al gimnasio de la Agencia Nacional de Discapacidad, que ahora se llama así. La bandera que flamea está desflecada y la denuncio, hablo con la gente de ahí, pero nadie quiere hacer nada. Si tratan así a la bandera, imaginate cómo nos van a tratar a nosotros. A mí me sale natural, trato de bajar los decibeles pero no puedo. 

-¿Te gustaría que la voz de deportistas que están en la élite se oyeran ante las injusticias? 

-Diego hay uno solo. La otra vez pasó con la bicicleteada a favor del Hospital Garrahan. Yo siento mucha solidaridad con los trabajadores de la salud pública porque ya dos veces me salvaron la vida, la última con mi infarto en la unidad coronaria del Hospital Fernández, todos profesionales de excelencia. Y lo pasé a grupos de corredores, y éramos muy pocos. Pero no como deportistas, éramos muy pocos en general. Si no toman la causa Garrahan qué le queda a las demás. Así que a mí no me molesta que me digan rebelde. 

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-En ese espíritu también está Fernando Signorini, ¿te sentís en esa misma línea?

-Sí, por eso cuando fuimos a la charla yo le llevé una camiseta de la Carrera de Miguel. Algo de la sangre del profe entró en la de Diego, yo creo que fue él un poco el que lo sumó a la lucha. Ahora, muchos lo admiran pero no lo copian. Hay que tratar de ser más o menos algo compatible con eso, porque si no para qué lo halagamos y lo admiramos. Lo mismo pienso del Che Guevara, que lo idealizaron para que no lo copien.

-Hablando del Che, ¿seguís teniendo tierra de La Higuera de la vez que fuiste en 2007 con tu bicicleta? 

-Repartí a mucha gente y me quedó gente pendiente. Le di a la referenta del Garrahan. Es algo simbólico. Es el mejor regalo que puedo hacer a la gente

-Pensaba que en este tiempo en el que la palabra zurdo se convirtió en un insulto presidencial, es una buena forma de reivindicarla, una forma de enzurdizar al deporte

-El Che Guevara jugaba al rugby y quizá desde ahí se le pueda entrar a la gente. Quizá sí sea una forma de enzurdizar el deporte, ojalá se pueda. Porque hay demasiadas injusticias como para quedarse callado. 



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