herramienta de precarización o una aliada para potenciar contenidos
October 25, 2025
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“La inteligencia consiste no sólo en el conocimiento, sino también en la destreza de aplicar los conocimientos en la práctica. No se puede desatar un nudo sin saber
“La inteligencia consiste no sólo en el conocimiento, sino también en la destreza de aplicar los conocimientos en la práctica. No se puede desatar un nudo sin saber cómo está hecho“
Muchos medios de comunicación de diferente color y tamaño incorporaron la Inteligencia Artificial a sus redacciones: masivos, zonales, comerciales, comunitarios y cooperativos la han abrazado o tanteado con diferentes resultados. Ante esto, tecnofóbicos y tecnofílicos de todos los niveles se debaten sobre la ética, los riesgos y las oportunidades.
Hay quienes se resisten a la Inteligencia Artificial, quienes la usan con cierto desprecio o culpa y los que la abrazan con pasión. Pero más allá de las sensaciones o traumas personales, a esta altura, hay dos cuestiones que son innegables: las IAs han generado un cambio en la producción de noticias y de contenidos dentro de los medios de comunicación y es poco probable que esto pueda revertirse ¿Es el fin del periodismo tal como lo conocemos? ¿Qué tan profundo es ese cambio para las condiciones de trabajo de quienes están en los medios de comunicación?
Para analizar el impactó de esta irrupción tecnológica en los medios de comunicación y sus redes se puede explorar la experiencia de dos medios de comunicación bien disímiles: Infobae y El Ágora. Uno es una gran empresa, de alcance masivo y llegada internacional con periodistas de firmas reconocidas, corresponsales en el exterior y colaboradores especializados en diferentes áreas. El otro es un medio digital de Bahía Blanca, con un fuerte arraigo territorial, con impacto zonal y periodistas formados en esa ciudad.
Procedimientos de trabajo
En el caso de Infobae, el portal de noticias más leído de habla hispana en el mundo, la incorporación de herramientas de inteligencia artificial responde principalmente a un modelo empresarial orientado a la eficiencia, la velocidad y el posicionamiento SEO. Se utiliza IA para obtener sugerencias de titulares, edición de contenidos, elaboración de primeras notas a partir de gacetillas y base de datos, elaboración de resúmenes automáticos y etiquetado de notas. Al momento de producir una nota el redactor puede decidir si la IA usa el contenido de internet como fuente o no. Todas las notas tienen que ser revisadas por un redactor y luego por el editor de la sección. También se emplean para detectar tendencias en redes sociales y generar recomendaciones editoriales. Aunque estas herramientas están presentes, el control editorial sigue recayendo en equipos humanos, aunque más reducidos y con una presión mayor en términos de productividad y resultados. La lógica de la IA en Infobae está subordinada a un modelo de negocio donde el tiempo de lectura, el clic y el posicionamiento son centrales. El uso de las IA, “le permite al medio poder garantizar un mínimo de ocho notas por redactor por día. No reemplaza a nadie, pero permite ir más rápido, la Inteligencia Artificial tiene adentro todas las notas del medio y se le van incorporando cada una de las gacetillas que recibimos”, revela el editor de Infobae, entrevistado en off.
Por otro lado, en El Ágora, un medio cooperativo y de menor escala, la IA es utilizada con una lógica más personalizada. Allí, el entrevistado, uno de los fundadores del medio, señala que desarrollaron prompts propios para mejorar procesos internos, como la redacción de borradores, cuerpos de notas, la transcripción y resúmenes de entrevistas, generación de títulos y bajadas, la clasificación de contenido y la automatización de tareas de diseño web. También adaptaron plugins específicos para su plataforma en WordPress que integran herramientas de IA generativa. Esto les permite realizar automáticamente el etiquetado de las publicaciones e incorporarles hipervínculos hacia otras notas relacionadas. Lograron así, ir facilitando la producción de contenidos con pocos recursos humanos.El Ágora incorporó la Inteligencia Artificial a su equipo de trabajo en el 2024, cuando cumplía 6 años de estar funcionando. En su redacción, el uso ChatGPT y otras IAs permitió aumentar la productividad: más notas, con menos personas. A diferencia de Infobae, donde la IA refuerza un modelo intensivo de producción, en El Ágora la IA se integra como una forma de sostener la producción editorial con criterios éticos y cuidando la calidad con control humano constante. Se trata de una apropiación tecnológica desde abajo, sin perder de vista los riesgos.
Estos dos casos muestran que no hay un único modo de integrar IA a los medios: el uso concreto depende del tamaño, el modelo de negocio, los valores editoriales y los objetivos políticos de cada medio.
Ventajas: nuevas posibilidades, nuevas preguntas
En Infobae se trabaja con una Inteligencia Artificial diseñada por la empresa. El medio tiene un departamento específico con profesionales de informática que opera en Estados Unidos y está dirigido por un periodista. Según el editor de ese medio, “hay una redacción paralela que se dedica a sacar todas notas con IA” aunque también se usa mucho en otras secciones como la de Breaking News. El entrevistado plantea que la IA «puede ayudarte a sacar un borrador más rápido, a titular mejor o a estructurar una nota cuando estás saturado o bloqueado. No la usamos para reemplazar, sino para ganar tiempo». Según su experiencia, sostiene la idea de que esta herramienta puede optimizar tareas sin reemplazar necesariamente la función creativa del periodista.
Aunque existen peligros y usos que podrían tender a empeorar las condiciones de trabajo de los trabajadores de prensa, sería ingenuo o incluso nostálgico negar que la IA también abre posibilidades. La automatización de tareas repetitivas permite liberar tiempo para procesos más creativos.
El argentino y teórico en comunicación y medios, Carlos Alberto Scolari, al hablar de los discursos sobre tecnología, señala que el problema no está en la herramienta en sí, sino en el modo en que se inserta en un sistema de relaciones sociales, políticas y económicas. Más allá de las intenciones o de su surgimiento, en la práctica, la IA no es neutral.
La concentración de poder y el algoritmo como editor
«El algoritmo elige por vos. Aunque vos escribas una nota buenísima, si el algoritmo no la muestra, es como si no existiera», reflexiona el editor de Infobae.
Hoy, las grandes plataformas que concentran la mayoría de la circulación informativa (Meta, Google, TikTok, xAI, Open AI, etcétera) son empresas privadas con objetivos de lucro. Y de la misma forma las IA que producen, y que los medios incorporan, no responden a criterios de pluralismo o derecho a la comunicación, sino a la lógica del mercado. Tal como plantea el filósofo y periodista español especializado en tecnología y geopolítica, Ekaits Cancela, estos desarrollos tampoco tienen una lógica de eficiencia. “Hoy hay 5 empresas en Silicon Valley investigando lo mismo, gastando cerca de ciento veinte mil millones de dólares en investigación y desarrollo para desarrollar los mismos modelos en inteligencia artificial, lo que es un uso de recursos totalmente irracional”, dijo hace unos meses Cancela cuando lo entrevistaron en Pasaron Cosas, el programa de radio que conduce Alejandro Bercovich en Radio Con Vos.
Esto termina generando un escenario de fuerte concentración. “Nosotros detectamos que las personas usan las IA como buscador, y las IA privilegian las notas escritas con IA”, devela el editor de Infobae.
En términos gramscianos, podríamos decir que estas empresas no solo controlan aparatos técnicos, sino también aparatos ideológicos. El algoritmo actúa como un editor invisible que jerarquiza discursos, define agendas y moldea la percepción de la realidad. La libertad de expresión se vuelve relativa cuando el acceso a las audiencias depende de decisiones opacas y centralizadas. Los algoritmos son verdaderas cajas negras y solo quienes los programan pueden saber realmente cómo funcionan.
Yanis Varoufakis propone el concepto de «tecnofeudalismo» para describir el modo en que estas plataformas se han convertido en nuevos señores digitales que capturan valor sin necesidad de producir directamente. Los usuarios producen contenido, los periodistas generan información, pero las plataformas extraen la renta. No es ya un modelo capitalista clásico basado en el intercambio de mercancías, sino un modelo rentista, donde el control del acceso y de los datos vale más que el trabajo mismo.
El dilema de la productividad: ¿Más con menos?
En ambos casos hay más producción con menos personas, la hora trabajada rinde más. Esto se traduce, en la práctica, en una reducción de los equipos y en una consolidación de una reconfiguración del trabajo periodístico, donde un mismo trabajador o trabajadora, con el apoyo de las inteligencias artificiales, se vuelve redactor, editor, diseñador y community manager.
Esta tendencia no es nueva, la multitarea o multitasking es una práctica que se venía incorporando al trabajo en medios. Hace unos años, con la llegada de celulares con cámaras de buena calidad, donde antes se enviaba un cronista y un fotógrafo para realizar una cobertura, se empezó a enviar, en muchos casos, solo un cronista que cumplía las dos tareas. La incorporación de las IAs ha impulsado y acelerado este proceso. Esto, que puede presentarse como eficiencia, responde en realidad a una lógica de acumulación capitalista: maximizar el rendimiento con menor inversión. En términos marxistas, hay una profundización de la extracción de plusvalor, ya que ese mayor nivel de rendimiento y por lo tanto mayor valor de la hora de trabajo no se refleja luego en un aumento del pago por la hora trabajada. Cada hora de trabajo rinde más, pero se paga menos.
Esto se produce en el marco de un largo proceso de estancamiento salarial en el sector. Siete de cada diez trabajadores de prensa tienen salarios de pobreza según un informe que lanzo el Sindicato de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA) en junio de este año. En la práctica, la automatización no mejora la condiciones de trabajo, ya que no reemplaza tareas alienantes, sino que aumenta la carga sobre cada trabajador en un contexto de creciente multitasking y precarización laboral disfrazada de modernización tecnológica. Uno de los editores de Infobae, que habló en off the record, lo resume así: «El multitasking es el sistema de trabajo que se ha impuesto en la mayoría de los medios».
En «La ideología alemana», Karl Marx sostiene que «la producción de ideas, de representaciones y de la conciencia está entrelazada directamente con la actividad material y el comercio material de los hombres». La incorporación de la IA en las redacciones no es ajena a esta afirmación: las ideas que circulan y los discursos que se generan, están condicionados por la estructura productiva de los medios. La tecnología no es un factor neutro, sino una herramienta que actúa dentro de una estructura de intereses materiales concretos.
En sintonía con esta mirada, el periodista e intelectual chileno, Camilo Taufic, en «Periodismo y lucha de clases», plantea que la producción informativa no está separada de los intereses de clase. El periodista no es un sujeto neutro, y menos aún lo es una herramienta tecnológica operada por corporaciones. “Todo periodista es un político”, afirma Taufic. En contextos donde la propiedad de los medios está concentrada, y la IA es controlada por grandes plataformas, la lucha de clases atraviesa también el modo en que se informa, se jerarquiza y se distribuye el conocimiento.
Entonces, ¿qué hacemos con todo esto?
Como sintetizó el editor de Infobae entrevistado: «La IA no tiene ideología, pero quienes la programan sí. El riesgo es dejar que esas ideologías se filtren sin darnos cuenta». Esta advertencia resume la tensión principal: la tecnología puede ser una aliada o un instrumento de dominación, según cómo y por quién sea utilizada.
La IA en los medios no es el fin del periodismo, pero puede ser el fin de ciertas formas de hacer periodismo si no se establecen límites claros y sobre todo, si no decidimos a conciencia cuáles serán esos limites. Como en otros momentos de cambio tecnológico, lo importante no es la novedad en sí, sino el modo en que esa novedad se articula con el sistema social.
Lejos de ser los ludistas de esta era, el rol de los que defendemos el trabajo digno y el derecho a la información nos encontramos con un gran desafío: lograr que la IA sirva para automatizar tareas sin precarizar trabajadores, para mejorar la calidad sin ceder soberanía y para fortalecer el derecho a la comunicación sin concentrarlo en pocas manos. Este no debe ser un debate entre tecnofílicos y tecnofóbicos, porque está lejos de ser un problema técnico. Este es, sin duda, un problema político.