Javier Milei llega a su primera elección legislativa al frente del Ejecutivo con un gobierno desconfigurado. La denostada situación económica, que ni siquiera los rescates prebendarios del tío Scott Bessent pudieron remontar, y la mala performance política de las últimas elecciones bonaerenses prepararon un caldo de cultivo ideal para que las internas afloraran. No son sólo los desencuentros en las formas y los métodos. En La Libertad Avanza se manifiesta el fenómeno más humano de todos: una intolerancia aguda que sólo se explica a través de la química. Una cuestión de piel.
Esta semana el presidente sufrió la baja de dos ministros a sólo horas de que el país vaya a las urnas. Mariano Cúneo Libarona y Gerardo Werthein decidieron presentar sus renuncias antes de tiempo en un claro signo de rebeldía hacia el modelo de poder que el líder libertario habilitó para su gestión y tiene a Santiago Caputo como epicentro del mismo. En Justicia, el abogado menemista contaba con la estricta supervisión de su segundo, Sebastián Amerio, íntimo amigo del asesor, quien controla milimétricamente cada decisión que se toma en el Ministerio.
En el Palacio San Martín toda posibilidad de sometimiento caputista fue resistida con creces. Los cruces internos por la baja calidad de producción que tuvo la reunión bilateral con Donald Trump -en la que Milei ni siquiera tuvo cerca un traductor para entender qué decía su par norteamericano- y la conformación de una cancillería paralela con Caputo, Barry Bennet y Leonardo Scatturice al frente fueron suficientes para que el empresario de estrechos vínculos con los demócratas decidiera dar un paso al costado sin previo aviso. La expansión del poder del asesor presidencial, que aún se mantiene en las sombras, empieza a ser un disgusto para más de un ministerio. El jefe de gabinete, Guillermo Francos, fue la voz cantante que días atrás le pidió en vivo y en directo al gurú libertario que se involucre formalmente en la gestión y ponga el gancho en las decisiones que él toma y otros firman. La conversación ya se había tenido dos semanas atrás en una reunión de mesa política que encabezó Milei junto a su hermana, Caputo, Francos y Patricia Bullrich. Allí, todos coincidieron en que la dinámica de doble comando no daba para más y que el presidente tenía que tomar una decisión. Lo que nadie se esperaba era la aceleración del descontento en pleno período electoral.
Si bien quienes conocen al líder libertario coinciden en que el acercamiento con sus votantes es de las actividades que más lo contentan, lo cierto es que esta campaña contó con una sobreexposición presidencial. La decisión explícita de Karina Milei de no cerrar filas con los gobernadores aliados y competir en sus territorios con listas propias puso en manifiesto la baja calidad política de La Libertad Avanza. La fallida candidatura de José Luis Espert atravesada por las denuncias sobre sus vínculos con el narco Fred Machado, también aportó lo suyo.
La falta de figuras con peso propio para llevar adelante una elección de esta magnitud impulsó a la elección de caídos del sistema que resultaron contraproducentes para una contienda que los libertarios descontaban ganada desde el inicio.
Fue este capricho, así lo califican incluso desde las entrañas del poder libertario, lo que obligó a Javier Milei a ponerse al frente de la campaña y poner su nombre en cada uno de los panfletos que mostraban las caras desconocidas de sus candidatos. Plegar la figura presidencial a una elección legislativa hizo que la elección deje de ser una mera definición de medio término para pasar a ser un magnificado plebiscito de la gestión del león.
Con el escenario ya imposible de esquivar, el presidente no pudo más que ponerse el traje de candidato y recorrió puntos estratégicos del país en búsqueda de los votos que sus aspirantes al Congreso no podían juntar por sí sólos. Las caminatas fueron, igual que el último año de gestión, turbulentas. Entre manotazos, empujones y escenarios precarios que dejaban brutalmente expuesto al primer mandatario a cualquier situación de peligro para quien estuviera listo para accionar, el líder libertario intentó recuperar la épica que supo llevarlo a la presidencia en 2023.
Uno de los principales problemas que encontraron los orquestadores de la estrategia libertaria fue el llamativo retraimiento en las urnas que se manifestaron en las elecciones bonaerenses del 7 de septiembre. En aquella ocasión, quedó de manifiesto que los votantes sub 35, núcleo duro que impulsó al libertario desde su aparición mediática, fueron partícipes necesarios de la amplitud del ausentismo que colaboró para que el aparato de Fuerza Patria pueda demostrar con creces de qué está hecho. Fue ese cimbronazo lo que obligó al oficialismo a pegar un volantazo en la campaña y buscar reconquistar a la juventud que masificó las ideas del león. La salida de Espert y su reemplazo por el «Colorado» Santilli -aunque hoy no esté su cara en la boleta- oxigenaron las expectativas libertarias en la provincia más poblada del país.
Pese a que el panorama sólo muestra nubarrones, en el gobierno están confiados que este domingo podrán remontar su situación en las urnas de la mano de algunos distritos asegurados como CABA -donde Patricia Bullrich apareció liderando las encuestas- Entre Ríos y Mendoza, donde el acuerdo con los respectivos gobernadores suena promisorio, y alguna otra provincia donde se espera al menos empardar resultados.
El cambio de discurso va más allá de una mera estrategia electoral que quedó impregnada en el último spot de campaña que circuló el viernes por la mañana, en el que el oficialismo apostó por apelar a la esperanza de un futuro mejor. Los popes de la gestión libertaria quieren enviar una señal de fortaleza a los mercados que esperan con cuchillo y tenedor los resultados de este domingo. La intención es mostrarse fuerte sea cual sea el resultado y, por sobre todo, resolutivo de cara al inicio de la segunda parte de la gestión. “El lunes el gobierno no se cae”, sintetizó un alto funcionario a este diario.
En este sentido, en el gobierno se preparan para hacer una gran convocatoria a gobernadores y agentes de la oposición dialoguista para encarar esta nueva etapa, en la que los pedidos de gobernabilidad que hizo explícitamente la Casa Blanca no podrán ser desoídos. La intención, según grafican desde un importante despacho, es acercar lineamientos que les permitan configurar una hoja de ruta acuerdista para avanzar en la reforma laboral, tributaria y política que el Ejecutivo tiene en carpeta desde la presentación de la Ley Bases.
Las conversaciones ya comenzaron. Esta semana, por caso, Carlos “Camau” Espínola y Juan Carlos Romero visitaron a Santiago Caputo en su despacho por casi dos horas. Desde hacía tiempo los senadores habían cortado los lazos con la Casa Rosada por la mala praxis electoral que el karinismo insistió en imponer. El cambio de aire los trajo de nuevo hasta el puerto.
Desde el gobierno afirman que estas cumbres comenzarán a darse cada vez más seguido. Como contó este medio en su edición del domingo pasado, los operadores políticos del gobierno instruyeron a Cristian Ritondo para que se encargue de concretar la unidad entre libertarios y amarillos que se ordene en un interbloque entre LLA y el PRO. Además, se buscará sumar a los aliados del radicalismo devenidos en libertarios, el MID y los bloques federales que responden a los gobernadores Martín Llaryora (Córdoba); Maximiliano Pullaro (Santa Fe); Ignacio Torres (Chubut); Gustavo Valdés (Corrientes); Carlos Sadir (Jujuy) y Claudio Vidal (Santa Cruz), que hoy enfrentarán al gobierno en las urnas.
El escenario que imaginan en el oficialismo es de una concordancia similar a la que se dio en el primer año de gobierno mileísta, cuando el arrollador apoyo popular del libertario no dejó otro margen más que el de apoyo. Esta noche se definirá quiénes serán los líderes y quiénes los sometidos. «