Piaggio, el campeón mundial Sub 20 entre la gloria y el horror
- October 18, 2025
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Veintiún futbolistas argentinos intentarán sumarse esta noche, desde las 20 ante Marruecos en la final del Mundial Sub 20 de Chile, a la lista de otros 111 chicos
Veintiún futbolistas argentinos intentarán sumarse esta noche, desde las 20 ante Marruecos en la final del Mundial Sub 20 de Chile, a la lista de otros 111 chicos
Veintiún futbolistas argentinos intentarán sumarse esta noche, desde las 20 ante Marruecos en la final del Mundial Sub 20 de Chile, a la lista de otros 111 chicos que ya se consagraron campeones del mundo con la selección juvenil. En las seis ediciones que ganó Argentina en 1979, 1995, 1997, 2001, 2005 y 2007 sobresalieron estrellas como Diego Maradona, Juan Román Riquelme, Pablo Aimar, Lionel Scaloni, Javier Saviola, Lionel Messi, Sergio Agüero y Ángel Di María pero también, oculto en la posterior medianía de su carrera, aparece un nombre de la clase obrera del fútbol que intercaló la gloria deportiva con la etapa más oscura del país, y de su familia.
Jorge Eduardo Piaggio, entonces defensor central de Atlanta, se consagró campeón mundial juvenil en Japón 1979 mientras uno de sus primos, Osvaldo Raúl Messagli del Pozo, llevaba casi tres años –desde fines de 1976– secuestrado por la dictadura que regía en Argentina. Messagli militaba en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), le decían el Chino y tenía 19 años. Continúa desaparecido.
La historia de la familia Piaggio sintetiza esa dualidad entre el festejo por el fútbol y el horror por la maquinaria estatal de la muerte. La Argentina de Maradona y César Luis Menotti ganó su primer Mundial Sub 20 el viernes 7 de septiembre de 1979, en Japón, tras vencer 3-1 a Unión Soviética. Sólo 24 horas antes, el jueves 6, la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos había llegado por primera vez a Buenos Aires para verificar las denuncias sobre la desaparición forzada de personas y la violación a los Derechos Humanos.
Esas dos líneas tan opuestas confluyeron con pocas horas de diferencia el lunes 10 en la Plaza de Mayo. Por la mañana, familiares de desaparecidos se concentraron en la Plaza de Mayo para visibilizar su angustia ante los enviados extranjeros. Entre los manifestantes reprimidos estuvo Élida del Pozo, la mamá de Osvaldo Messagli del Pozo y tía de Piaggio. Algunas horas después, ya en el anochecer de ese mismo lunes 10, el entonces defensor de Atlanta y el resto de la selección –recién regresados de Japón– ingresaron a la Casa Rosada y debieron darle la mano al genocida a cargo del Poder Ejecutivo, Jorge Rafael Videla.
Algunas biografías deportivas también recuerdan que no todos los campeones del mundo juveniles trasladan esa aureola triunfal al resto de su carrera. Piaggio, por ejemplo, no llegó a debutar en Primera A. Bonaerense de San Nicolás pero criado en Conesa, un pueblo cercano al límite con Santa Fe y actualmente de 2000 habitantes, Piaggio comenzó a jugar en sus pagos –Conesa Foot Ball Club y Sports, de Pergamino– antes de recalar a mitad de la década del ’70 en las divisiones inferiores de Atlanta, entonces un habitual participante de Primera División. Allí fue que el entonces entrenador de las selecciones juveniles, Ernesto Duchini, lo citó a los entrenamientos del equipo nacional.
Aun sin haber jugado en la máxima categoría, Menotti apostó por Piaggio para la Sub 20: en enero de 1979 jugó dos partidos en el Sudamericano de Uruguay -contra Paraguay y ante la selección local- y luego, ya suplente de Juan Simón, fue citado al Mundial, a fines de agosto. En Japón ingresó en un único encuentro, el 5-0 ante Argelia por los cuartos de final el 2 de septiembre, cuando a los 40 minutos del primer tiempo reemplazó al entonces defensor de Newell’s. La selección ya ganaba 3-0 y pensaba en las semifinales contra Uruguay.
Tras el Mundial, la carrera de Piaggio no terminaría de despegar. Jugaría 32 partidos en Atlanta entre 1980 y 1983, aunque en Primera B, más otros 27 encuentros en Almirante Brown a préstamo, en 1982, también en la segunda categoría. Tras su salida del club de Villa Crespo, apostó por equipos de ligas regionales y provinciales que le hicieron perder visibilidad: Belgrano de San Nicolás, Maipú de Mendoza, Bunge y Tres Algarrobos (de la liga de General Villegas) y El Linqueño (Lincoln), hasta que se retiró en Dock Sud, en la C, en 1991. Luego, lejos del fútbol, trabajaría varios años en una disquería porteña.
Pero en cierta forma, la ambigüedad deportiva y familiar de Piaggio, esa mezcla de gloria y tragedia, quedó sintetizada en aquel lunes 10 de septiembre de 1979. Aunque poco conocido, el caso fue contado en magníficos libros como El fútbol del sol naciente, campeón mundial juvenil 1979, una luz en la oscuridad, de Guillermo Blanco, y Menotti, el primero, de Ezequiel Fernández Moores. También periodistas como Edgardo Imas (Sentimiento Bohemio), Oscar Barnade (Clarín) y Carlos Alfano (Télam) lo entrevistaron en los últimos años. Ya radicado en su Conesa local, Tiempo intentó localizarlo sin éxito, pero Piaggio habló varias veces del tema, no siempre con la misma versión:
«Mi primo segundo, hijo de un jefe de ferrocarriles, estaba haciendo la colimba en Santo Tomé cuando fue secuestrado. Yo ya vivía en Capital y no entendía bien qué pasaba. Yo me entero y empiezo a tomar conciencia de toda aquella movida (recién) con la llegada de la democracia, cuando empieza a trascender todo».
«Cuando viajé a Japón sabía que mi primo estaba desaparecido, pero no conocía bien en qué circunstancias. Viste cómo son las familias: hay comentarios de todo tipo, que se fue con alguna, sumado a lo que decían los medios».
«Imaginate el festejo que hubo en mi pueblo y cómo me recibieron; un gran alboroto porque llegaba el campeón. Y ahí me entero de que mi tía había estado en la plaza, con las Madres, y que la habían reprimido. Ella estaba en Buenos Aires tratando de averiguar dónde estaba su hijo».
«Mi tía había sido sacada de esa misma plaza unas horas antes por la Caballería. Me enteré cuando volví a Conesa, donde me hacían un homenaje. Me contó que había estado reclamando con otras madres por la aparición de mi primo”.
«De Japón volvimos con urgencia; ya estaban aquí los inspectores de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, pero nosotros no lo sabíamos. Es más, ni teníamos idea de quiénes eran. Ni siquiera pudimos recoger las valijas. Bajamos y al micro para la Casa de Gobierno, a saludar a Videla. Creíamos que toda la movilización era espontánea. Después me doy cuenta de que había sido manipulado. Te hace bien al ego, fue inolvidable, pero… Pensar que tengo la foto en la que aparezco dándole la mano a Videla«. «